sábado, 21 de febrero de 2015

Cerrar la ventana

Por mucho que se hable de igualdad de género,  hay cosas que no cambian y tal vez pase mucho tiempo todavía para, si bien no necesariamente cambiar, si para que dejen de verse mal o de llamar la atención, simplemente así son las cosas, podrá ser costumbre, tradición o lo que sea, así son.

Tampoco es que esté peleada la caballerosidad con la igualdad, pero si un hombre viene cansado de su trabajo y sentado en un camión, será mal visto si no le deja el lugar a una mujer o si una mujer paga la cuenta en un restaurante, la gente que lo llegue a ver pensará que el acompañante es un mantenido. No solo eso, podría darse el caso de que ella misma que pagó la cuenta esa ocasión más tarde lo tome a mal o él podría sentirse incómodo por la situación, es más, preferiría que no comieran fuera o no salieran porque él no puede invitar a su novia, tal vez para evitarle el momento incómodo le dé desde antes dinero para que pague y no pase la pena ante los demás, “ya cuando tu situación mejore tu pagarás”.

Suena muy lindo cuando una pareja se decide a compartir la vida juntos, por fin estarán los dos bajo el mismo techo, pero ¿y si ella está en mejor posición económica que él? En un principio podría ser que todo pinte perfecto, ella trabaja, se hace cargo de los gastos momentáneamente, mientras él encuentra algo para que todo sea totalmente perfecto, estamos para apoyarnos amor, vamos a echarle ganas, sí podemos.

El problema es cuando las cosas no están en bajo el control de ellos, como en este caso, y resulta que las matemáticas comienzan a hacer su trabajo y la cantidad que antes era más que suficiente para uno solo (ella), comienza a no ser tan suficiente para dos y se llega el primer mes de renta de ese departamentito que escogieron, modesto pero bonito, y junto con eso la primer tanda de recibos; teléfono con internet incluido (lo necesitamos para que encuentres trabajo y podríamos no tener cable, con Netflix la hacemos para ver tele), celular (tenemos los números libres tuyo y mío, de tus papás y los míos), luz, agua, la tarjeta (se suponía que la usaríamos de vez en cuando nada más, pero estos gastos ya se habían hecho desde antes), gas (necesitamos agua caliente y cocinar en casa, así ahorramos), gasolina (si no estás trabajando llévame y en la tarde pasa por mí, es lo justo), agua, la comida (extrañamente ahora ya no causa gracia lo tragones que podemos llegar a ser).

Los reclamos comienzan a multiplicarse, y ahora ya no es en lo guapo que le parecía en lo primero que se fija, sino en cuándo conseguirá algo, ya casi se termina lo que tenía. Él ya no ve solamente a la mujer de la que se enamoró, ahora ve la presión por apoyar y los dos empiezan a ver frustración porque las cosas eran más fáciles platicadas, él en muy poco tiempo se convertiría en un arrimado en su propia casa.

Pero ¿y si las cosas fueran al revés? Esa misma cantidad pero si es él quien la gana, por alguna razón las cosas funcionan distinto, problemas, siempre los hay y los habrá, pero normalmente los reclamos no serán porque el otro no encuentre trabajo, porque el dinero rinde menos sí, pero no porque ella no encuentre trabajo.

Así son las cosas, no es que en lo personal yo pensara que debería dejarse al hombre que tranquilamente busque un ingreso sin que se le presione o que a la mujer le obligara su pareja a conseguir eso mismo o que si se habla de igualdad, ella también sufra el que le digan o el resto de los conocidos la vean como mantenida, nada de eso, lo que veo es que hay cosas que no cambian y probablemente nunca cambiarán,  nunca será mal vista un ama de casa que decide dejar su trabajo para atender a los hijos. Pero no nos pasa por la mente la imagen de un amo de casa, un hombre que decide renunciar a su carrera para la dedicarse a la educación de los niños, en eso somos generalmente muy tradicionales, hemos sido educados y socialmente prácticamente en todo el mundo el hombre es proveedor, porque si no, “ni siquiera para mantener a tu familia sirves”, eso en circunstancias normales no se le dirá a una mujer.

¿Está bien o mal? Simplemente así son las cosas. También yo he crecido en la misma sociedad y no aceptaría que me mantuviera mi pareja, no quisiera llegar a ser un arrimado en mi propia casa o que esa casa llegara a no ser ya mía, porque no estuviera en posibilidades de aportar, no podría decir, “bueno así comenzamos, sabíamos que llevaría tiempo”, no, llegar a poner en duda que lo que se decidió fue un error al llegar por segunda vez los recibos.

Prefiero mil veces cerrar la ventanas, con eso de que el amor por ahí se sale cuando por la puerta entran las necesidades, al menos poniendo de mi parte, haciendo todo lo necesario, todo lo que esté a mi alcance y más.

lunes, 16 de febrero de 2015

Consejos

Tantas veces escuché que es más fácil decir las cosas que hacerlas, yo mismo lo he dicho. También he escuchado muchas veces como se dan consejos a alguien cercano, que son lo correcto, que están  ahí al alcance del que escucha, pero es para él solamente, bueno, para él y si en el camino alguien más se atraviesa con el mismo problema se le aplica el mismo consejo, si no se le aconseja algo apropiado a la situación del momento.

Todo indicaría que si se está tan abierto a dar soluciones a quien las solicite, se tendrían a la mano para aplicarlas en uno mismo alguna de todas las recomendaciones que se han hecho.

Pero un momento, esos consejos que con tanto cariño o buenas intenciones se dieron son para esa persona que se acercó, en ese momento se estaba hablando de él o ella, yo me cuezo aparte.

Se pueden decir los mejores consejos sacados de lo vivido o porque es tan lógica la solución que por lo mismo es obvio, nada más el ese que se tiene enfrente, al que se le habla no la ve o por alguna razón no la aplica; pero ¿y cuando es uno mismo el que está en la otra posición? ¿Si es tan obvio y se tiene respuesta para casi todo lo que a otros sucede, sería más obvio que se tienen las soluciones para uno mismo? No necesariamente, por la sencilla razón que, otra vez, es más fácil decir que actuar y uno de los deportes favoritos es hablar (ahora entiendo aquello de “la lengua no tiene hueso”).

De tantos consejos que con buenas intenciones he recibido o al menos eso quiero suponer que así fueron dados, uno lo tengo presente, “ya viste como no se puede, ahora piensa cómo sí se podría”. Tal vez por lo sencillo o porque en su momento sentí que la frase encerraba mucho, otra vez, es más fácil decirlo que llegar a hacerlo. Otra vez los consejos son para el que escucha, no para el que lo dice. ¿Por qué esforzarse? ¿Por qué tomar un consejo que se le dio a alguien del que probablemente hoy tenemos una opinión y mañana se piensa todo lo contrario? Los consejos son para decírselos a los demás, no para uno mismo, aplicárselo uno mismo sería aceptar que se cae en los mismo errores de aquellos que nos rodean, bajarse a las miserias de los demás, aceptar que hay cosas que necesitan cambiar, verse a sí mismo y ver que se cometen errores, como un maestro que toma el lugar del alumno porque se ha dado cuenta que no le sale la ecuación o el instructor que le debe pedir ayuda a un compañero al que debe capacitar; tal vez porque el orgullo puede más que muchas otras cosas, tanto que logra convencer que no, los consejos se dan, no son para sí mismo. Tal vez por miedo a aceptar que se pueden tener las mismas miserias que otros, es necesaria mucha humildad para eso, pero es necesario todavía más valor para aceptarlo, otra vez, es más fácil decir que hacer. Otra vez, es más fácil no hacer nada y quedarse como se está, como si nada pasara, aunque se sabe que las cosas siguen ahí, que podrá hacerse todo para engañarse a uno mismo y fingir que no hay nada que hacer, que es preferible quedarse con los demonios tranquilos, dentro, pero tranquilos en lugar de sacarlos de una vez por todas.