viernes, 23 de julio de 2010

El mal vecino

La primera impresión que tuve al conocer a la que iba a ser mi vecina, ya hace algunos años, fue, como cualquier persona que uno llega a conocer, sobre todo si es una persona mayor, no una anciana, pero si una respetable persona mayor, que podría no solo ser mi madre, también podría ser mi tía, hermana mayor, bastante mayor, que mi mamá. Después de la primer llamada de atención, (¿o habrá que decir que recomendación?), de no dejar abierta la puerta principal del edificio, todo con el afán de que se guardara un orden, las buenas costumbres y la seguridad de todos los habitantes del lugar; todo fue sucediendo de buena manera, una vez que me instalé. Las clásicas presentaciones de "quien es usted y yo soy tal", hasta ahí todo bien, tanto que pasé por alto que los primeros "buenos días", se extendieran por media hora o aveces mas, si a eso le sumo que se enteró de donde soy originario y la buena señora vivió ahí, otra media hora de platica. No tardé mucho en conocer algunas de las costumbres de mi vecina, como que al momento de llegar a su departamento a eso de las nueve de la mañana, luego de pasar la noche en casa de su hermana, ponga las noticias en el radio a un volumen, que si hacia una llamada por teléfono, la otra persona escucharía la información "al momento", o que en un sabado a eso de las seis de la tarde, escuche una transmisión por radio, de un partido de fútbol de equipos de Monterrey, a todo volumen y estando muy lejos de allá. ¿Será acasi la señora es muy aficionada al fútbol? No, luego me enteré que asi acostumbra hacer, aunque no este en casa. Algunas otras costumbres, que noté al poco tiempo fue que mi respetable vecina, estaba muy al pendiente de quien entrara o saliera del edificio o pasara cerca de su puerta, digo, en mas de una ocasión en que yo pasé por su puerta, salía a ver quien era o a preguntar que tipo de bichos eran los que encontró en su casa, pero, ¿quien guarda luego de matarlos, unos bichos que encontró para luego averiguar su especie?
Asi que sin buscarlo, me enteré de donde es originaria, donde ha vivido, donde viven sus hijas y hasta lo que acostumbraba hacer los fines de semana con su difunto marido. Tengo que reconocer que tengo la mala costumbre de que si alguien, en una plática, dice algo en lo que no este deacuerdo, doy mi opinión y en mas de una ocasión se han alargado esas pláticas. Pues puede llegar a ser una mala costumbre si uno se encuentra a uno mas necio. Con mi vecina me pasó en mas de una vez, luego de decir lo que pensaba, me arrepentía y no paraba de decirme a mi mismo, "andale, quien te manda darle cuerda". Todo estaría bien si uno entendiera que el otro, o tiene algo que hacer o que simplemente ya no quiere platicar, y mi vecina, nunca entendió ninguna de las dos hasta que tuve que ser un poco, solo un poco, mas directo y decirle que me disculpara, que tenía que irme, no sin que se le viera que estaba molesta por cortar la plática.
Si hay algo que no me gusta y creo que a nadie nos gusta es que nos pregunten ¿por que hacemos esto o aquello dentro de nuestra casa. Pues creo que ese fue el momento en que de mi parte, al menos, empecé a sentirme incomodo, porque la respuesta mas común que uno puede dar si le preguntan que "¿por que mueve los muebles de su casa?" no sería, que "porque estoy haciendo el aseo vecina", no, lo primero que se me vino a la cabeza fue, "pues nada mas porque se me hincharon". Pero luego de reprimir ese primer impulso y cambiar la respuesta por otra mas agradable, pensé, bueno, ¿que le pasa a esta señora?
No se si para mi buena o mala fortuna, caí de su gracia, luego de que ella misma me cortó la luz, "porque estaba viendo que bomba de agua es la que no dejaba de funciona", "pues si señora, pero al menos avise, ya perdí lo que estaba haciendo en la computadora", "pues las dos cosas son importantes". A partir de ahí, mi vecina, no me dirige la palabra, no me regresa el saludo y si necesita algo, conmigo no viene. Yo de todas formas la saludo si me la encuentro en los pasillos o en la calle y compruebo que mucha de la gente que presume de ser caballeros o damas de buena educación, muchas veces la dejan de lado por cosas muy simples, como por ejemplo tener que retirarse porque tal vez se llegó la hora del partido de fútbol. Por eso creo que me he convertido en un mal vecino.

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