jueves, 27 de marzo de 2014

Perdón

Hace algún tiempo sucedió un malentendido o algo así en mi trabajo, en cierto momento comentándolo con alguien muy cercano a mi, me decía esa persona algo así como, -no, no aceptes un error. Palabras más, palabras menos, la idea era esa, en pocas palabras me recomendaba no pedir perdón. No estoy muy seguro, puede ser que la intención en el fondo de ese consejo fuera buena para un ámbito laboral, como dije, no estoy seguro, pero me quedó muy grabado el comentario. Con el paso de tiempo observaba que consciente o inconscientemente esa era la manera de operar en otras situaciones de ese alguien muy cercano a mi.

Lo anterior me llevó durante algún tiempo a pensar en cómo a algunas personas les cuesta un mundo pedir perdón, como si el consejo aquel lo pusieran en práctica en su vida diaria.

Como en todo, los excesos no son buenos, no podemos andar por ahí pidiendo perdón por todo a cada momento, ni hacerlo una y otra vez por lo mismo que ya se hizo, se pide una vez y ya, se da el perdón o se acepta la disculpa y se acabó, lo siguiente sería aprender y tratar de no cometer el mismo error. Tampoco podemos perdonar sin hacerlo realmente. Es muy frustrante que si supuestamente se ha sido perdonado, con el tiempo se comprueba que realmente no es así, que tal vez lo que se deseaba era seguir con los planes originales, porque no se desea tener una discusión o porque lo que se quiere es que lo deje en paz esa persona que pide perdón. Siempre en algún momento saldrá la verdad, no se perdonó ese error cometido.

Normalmente las opiniones que damos, ya no digamos los consejos que llegamos a dar cuando nos los piden y hasta cuando no nos los piden, son reflejo de lo que hacemos o como nos comportaríamos en una situación similar. En el caso de la opinión que me dieron, pude ver que eso se llevaba, no solamente en una situación como la que yo pasé, sino que podría decirse que en otras distintas.

Si es cierto, hay a quienes consciente o inconscientemente no desean o no tienen interés en pedir perdón, (me gustaría pensar que es inconscientemente, pero puede que haya alguien que sea consciente), es decir que la idea de inicio, no aceptar un error o no pedir perdón, lo lleven presente en todo lo que hace diariamente. Pueden ser muchas cosas las que pudieran explicar esa forma de comportarse, orgullo, soberbia, temor a verse débiles...

Si fuera orgullo, no encuentro alguna otra explicación a que es un orgullo malentendido, igual que el consejo, habría que saber cuando ponerlo en práctica y cuando no.

Si fuera por soberbia, sería como si tuviera el yo tan sobrevalorado, que se pensara que no es posible que esa persona pueda equivocarse, como si se estuviera, la persona o los actos de ella, por encima de los demás.

Por el temor a mostrar debilidad, pude ser que en un ambiente competitivo el temor fuera justificable, lo importante sería encontrar la manera de no mostrar debilidad pero si reconociendo un error. Pero en una relación de amistad, sentimental, familiar; no es válido ese sentimiento porque no hay o no debería haber competencia, porque en una relación sana, no se es mejor hijo a los ojos de los padres, tendrán sus defectos unos y otros, pero no podría haber preferencias. A los amigos se les puede querer de maneras diferentes, ser más cercanos a unos, pero ¿de qué manera se podría ser más fuerte como amigo como para, en dado momento no aceptar un error? En una relación sentimental, si es sana, el no aceptar o reconocer un error o no ofrecer una disculpa a tiempo, lograría algo muy distinto a no mostrar debilidad, al contrario, nos muestra ante la otra persona como que no nos importa su sentir.

El consejo que me dieron aquella ocasión, lo sigo teniendo presente, me hizo que lo meditara por un buen tiempo y que llegara a la conclusión, de que sí, puede ser que no literalmente, pero algo de razón tenga, pero en la vida diaria, con las personas que me rodean, tal vez no sea lo mejor aplicarlo al pie de la letra.

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