Esta ocasión le pareció más largo de lo normal el camino de
regreso. Esa extraña sensación que sentía al ir de vuelta al departamento que
no lograba explicar pero que le era ya familiar.
Al entrar al departamento sintió soledad una vez más. ¿Qué
más podía sentir? Estaba sólo. Pasó una vez más al sanitario, luego que hacía
más o menos una hora había estado ahí.
Al entrar en su cuarto y ver la cama en desorden, sintió
nuevamente eso que no había dejado de sentir siempre desde la primera vez, eso
que sentía cuando sabía que ahí habría de pasar la noche. Había tratado de
hacerse a la idea de que era algo de lo más normal, se llegó a preguntar a sí
mismo si otros hombres o mujeres, sentían o habían sentido alguna vez algo como
lo que él hasta el día de hoy siente al ver su cama revuelta y pensar que tiene
que acostarse a descansar en ella el resto de la noche. El solo hecho de pensar
que debía acostarse encima de lo que él llamaba, restos de persona, en
ocasiones le revolvía el estómago, tanto que en alguna ocasión prefirió dormir
en el sofá de la sala.
Dio la vuelta y decidió sentarse en la sala. En el fondo
sabía que no era nada más que para dar largas a acostarse en esa cama. Era eso
o cambiar las sábanas y prefirió lo primero y se quedó sentado en uno de los
sillones y en la oscuridad del departamento.
Ahí estaba, como desde hace tiempo, sólo, pero no solamente
por la hora de la noche o porque hacía mucho que había decidido vivir sólo. Era
algo más, como cuando una persona llega a una gran ciudad, con millones de
habitantes, pero el recién llegado no conoce a nadie y lo que es peor, no habla
el idioma y ni siquiera entiende lo que dicen los carteles. Así se sentía, como
si todos pasaran en frente de él y nadie le dirigiera ni una mirada, como si no
le interesara a nadie su presencia. Comenzó a dormitar y en sueños veía como un
camino hacia atrás coincidía con la puerta del departamento, pero el día que
entró por primera vez. El camino que veía le parecía muy largo antes de llegar en
donde se encontraba sentado y en todo el trayecto no se veía nada ni nadie.
Frente a él veía sombras en medio de la oscuridad, no podía distinguir con
claridad los rostros de esas sombras que veía, pero sabía perfectamente a quien
pertenecían. Ahí estaba todas y cada una de esas sombras que pertenecían a
alguien de carne y hueso que en su momento pasaron por su vida en otras
ocasiones y que también en más de una ocasión prefirió hacer tiempo en lugar de
acostarse en una cama revuelta.
Poco a poco se va quedando totalmente dormido. Soñando
mientras puede. Soñando con la esperanza de encontrar esa persona, la correcta.
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