Hace poco llegando al departamento, al abrir la puerta del
edificio, no pude evitar ver a menos de media cuadra una pareja de novios, muy
románticos ellos, abrazados besándose. No llegaban a los excesos en que algunas
parejas llegan a caer, que sin importarles que están en la vía pública más que
romanticismo, es vulgar ya lo que hacen, digo, al menos váyanse a lo oscurito
si no a un hotel. Recuerdo cómo en mis tiempos de estudihambre, en una ocasión
que muy temprano iba en el camión a la escuela, casi hasta atrás del mismo, una
pareja iba de lo más acaramelada, él dándole besos en la mejilla y
acariciándole el cuello y ella con los ojos cerrados casi en éxtasis, sin
importarles que el camión iba lleno ni las miradas de los curiosos.
No es raro que casi en cualquier ciudad vemos cómo va
creciendo más y más, yo mismo lo veo en la ciudad, pequeña y todo (o no tanto),
en los diez años que tengo de haber llegado, por la razón que me den, pero
somos bastante más que cuando me mudé aquí. Al pasar por las escuelas veo
montones de niños, muchos de ellos no nacían aun cuando llegué al pueblo.
Con el gusto que toda la vida he tenido por esos programas
que para algunos pueden ser aburridos o por los que mi novia me decía que soy un
ñoño, recuerdo haber visto uno cuando estaba en la primaria, en el que decían
que estábamos cerca de ser 5000 millones de habitantes en el mundo, le ponían
fecha para llegar a esa cifra (¿cuál fecha? No recuerdo tanto así), el caso es
que ya somos más de 7000 millones. Por ese tiempo en México éramos más de 60
millones, ahora somos algo así como 112 millones.
Tanto número podría atarantar a cualquiera, otros podrán
ponerse profundos y querer hacer comentarios pseudofilosóficos o sacar sus
propias conclusiones. Yo creo que la explicación puede ser más más sencilla de
lo que se cree. En el mundo y especialmente en México debemos de tener muy
presente el amor en la vida diaria, porque en relativamente poco tiempo casi se
llegó al doble de la población, poco o muy románticos, pero amorosos, creo que
mucho.
En una ocasión platicando con una mujer, ella sostenía con
todas sus fuerzas que todos los hombre no servían, que ninguno valía la pena, que
ninguno servía ni como persona, ni como pareja ni como nada, sobra decir que le
había ido mal en su relación. Llegó el punto en que me hartó escuchar como
despotricaba contra mi género y que generalizaba a pesar de lo que yo le decía
y entonces le pregunté
-¿Eres mamá, verdad?
–Si
-Tienes un niño ¿verdad?
-Si
-Bueno, tienes un hijo, es hombre,
entonces ya sabemos cómo será cuando crezca, será una persona que no vale la
pena, alguien que no va a servir ni como hombre, ni como pareja, es más, no
servirá ni siquiera como persona. Tu lo dijiste, ningún hombre vale la pena,
sin excepción
-No, él va a ser diferente, porque
yo le inculco valores y…
-Pero tú misma lo dijiste
-No, él no… bla, bla, bla…
Habrá quien diga que mucha de esa explosión demográfica sea
solamente por instinto, que mucha de esa gente se dejó llevar por sus deseos
carnales; generalizando. Puede que tengan en parte razón, pero no del todo, no se puede
decir que todo sea solo por haberse dejado llevar por el deseo. En lo personal prefiero pensar
que buena parte del aumento de la población, tanto en el País como en el mundo,
ha sido porque el amor está presente en la vida diaria.
Una hora después
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