sábado, 9 de agosto de 2014

Decidí comprarme un arma

Hoy por ti, mañana por mí. ¿Para cuándo son los amigos? Vamos a sacar esto, después lo platicamos.

Frases y más frases que inconscientemente las usamos ya casi como una costumbre y las vamos desgastando y no les damos el total valor que en realidad encierran.

Todos tenemos en algún momento situaciones que se nos complica resolver solos y necesitamos ayuda de alguien más. Pero todo es recíproco, de alguna manera lo correcto es corresponder al apoyo recibido. En algunas ocasiones tenemos que devolver la ayuda, ya sea si fue en especie o en efectivo.

Debo no niego. Muy bien, lleguemos a un acuerdo. Todos tenemos una mala racha. Unas malas rachas. Hablando podemos llegar a entendernos.

Inconscientemente decimos cosas que no deberían usarse de la manera incorrecta. Nos dejarnos llevar por el momento, la ira, el calor de la discusión. La buena intención se borra. El agradecimiento que se llegó a tener se convierte en todo lo contrario. De la urgencia para corresponder al apoyo recibido, se vuelve en urgencia para quitarse algo de encima, una carga que se ha vuelto la ayuda recibida. ¿Cuál es la necesidad de hacer cuestionarse si era mejor no haber aceptado la ayuda? ¿Por qué no pensar bien las cosas antes de actuar, antes de decirlas? Otra vez, ¿cuántos momentos desagradables podríamos ahorrarnos de un lado y del otro si pensáramos antes de actuar?

Tengo el derecho de exigir cumplir, lo necesito tanto o más que cuando tú lo necesitaste en su momento. Soy víctima por tu incumplimiento. Pero ¿qué necesidad de volverme victimario?

¿Qué necesidad de utilizar como arma algo que salió de mí mismo? ¿Cómo se convierte el extender la mano a un amigo/conocido en un bate para darle en la cabeza cada vez que perdemos los estribos?

¿Se hizo lo necesario realmente para corresponder o devolver lo que se recibió? Como sea, llegamos a un punto las dos partes en que ya no sólo mueve el agradecimiento o el compromiso, hay que hacerlo de cualquier manera, a como dé lugar.

No queda de otra, me compraré un arma. Te la compro. La misma que usaste, la compro. Esa misma en que sin darnos cuenta se convirtió una necesidad. Ahora es mía, ya no puede ser usada en mi contra. ¿Hacer uso de ella? ¿Y cómo? Por su naturaleza al ser mía no tiene el uso que sin quererlo se le dio. Se puede quedar con rencor por lo que pasó. Que fácilmente puede pasarse del agradecimiento al rencor. No, pensemos fríamente, las cosas no se hicieron solas ni las hizo nada más una de las partes, pero alguien tenía que romper con lo que había convertido, lo que comenzó como la mejor de las intenciones.

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