sábado, 2 de agosto de 2014

Diez años

Era un lunes en la mañana, mi plan era salir lo más temprano posible para aprovechar el tiempo y llegar a buena hora. Una decisión de presentarme en la oficina antes me obligó a hacer una escala antes a recoger no sé qué cosa. Por fin hasta las 10 de regreso a casa de mis padres para recoger mis maletas. No era cualquier cosa, no es fácil meter todo en un coche. Tomé la carretera casi a mediodía. Luego de diez horas por fin llegué a lo que sería mi lugar de residencia por tiempo indefinido. En el momento en que me dijeron esa frase no tenía idea exactamente lo que significaba, como muchas otras cosas las entendemos ya sobre la marcha.

Atrás quedaban los amigos, los familiares, la comida (para alguien como yo simplemente eso ya es mucho decir), la tierra donde nací y me dirigía hacia el sur, a un lugar que desde que recuerdo lo más que había pasado ahí era una semana. No sabía que me esperaba, aún ahora hay momentos en que no sé qué me espera el día siguiente.

De una ciudad de más de 4 millones de personas, llegué a una de 150 mil personas o menos. Lo primero que me decían y me siguen diciendo hasta el día de hoy cuando saben que vengo de Monterrey es “y que estás haciendo ahí”, “salte de ese pueblo”. Por el tamaño podría decirse que no es tanto un pueblo, pero viendo las cosas detenidamente, sí, la gente tiene ese aire pueblerino, como si se resistieran a dejar de serlo.

Al llegar y salir y sentir las miradas sobre mí, y no era mi imaginación, notaba que les parecía desconocido, el nuevo del pueblo, hasta que con el paso del tiempo les fui pareciendo familiar y nos acostumbramos a vernos a diario.

Y aquí estoy diez años después, un norteño que por diferentes razones se vino a vivir al centro de México, que cada vez que me preguntan cuánto tiempo tengo viviendo en Silao y les contesto (desde que llevaba apenas 4 años, ahora con mayor razón), me dicen “uh, pues ya eres de Silao”, contesto “no, soy de Monterrey”. Pero eso no significa que no me guste este lugar, nada de eso, todo lo contrario, estoy muy agradecido con Guanajuato, pero sobre todo con Silao por haberme recibido, con la gente de aquí que con todo y sus modos de pueblo en general son excelentes personas.

¿Extrañar? Sí, todo lo que viví, donde crecí, las imágenes de mi infancia tienen que ver con Monterrey, pero todo lo que he vivido en Silao, en este pueblo no lo cambio por nada. No me arrepiento por la decisión que tomé hace diez años de venir a vivir a Guanajuato, tanto es así que una parte, pequeña sí, es mía ya.

¿Dónde estaré el día de mañana o dónde me llevará la vida? No lo sé. Pero sea donde sea, si no es aquí, siempre llevaré a Silao en el corazón y así como cuándo hasta ahora contesto, “no, yo soy de Monterrey”, si no estuviera aquí, cuando me pregunten, ¿en serio estuviste ahí los últimos diez años? contestaré, “Sí he estado en Silao y así como Monterrey es mío, parte de Silao es mío también”.

Peseros

Como cosa hecha a propósito hoy pasan la película “Los Peseros”, que no será una obra de arte ni tampoco ganó ni ganará algún premio, pero por haberla filmado en Monterrey y ver a mi ciudad un poco en la pantalla, la voy a ver, no sea que se me vaya el acento.

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