Existen muchas frases hechas que de tanto decirlas no las
tomamos ya tan en serio o no les damos su verdadero valor, como si las fuéramos
devaluado de tanto usarlas, como si fueran perdiendo el impacto que tenían originalmente.
Otras en cambio suenan muy bonito, muy profundas, pero las usamos solamente
como eso, como frases que son más fáciles de decir que de aplicar, claro está,
aplicarlas nosotros mismos.
Es muy fácil decir lo importante que es aceptar que se
cometió un error, admitir que nos equivocamos y lo más importante, hacérselo
saber al afectado. Más de uno podríamos casi dar cátedra sobre esto. Pero,
cualquiera podemos cometer un error sin darnos cuenta, si es así lo menos que
podríamos pedir es saber cuál fue el error que molestó a esa o esas personas.
Algo diferente es cuando se hace algo, se insulta o se
ofende a alguien, ¿quién tiene derecho a hacer algo así?
¿Razones? Puede haberlas que expliquen una reacción como
esa, más no que las justifiquen, ¿quién podría justificar algo así? Ninguna
mala acción justifica otra mala acción, eso está claro, pero si al menos se
supieran dichas razones. Lo que a veces parece que no está muy claro es la
posición que se toma, como si se defendiera lo hecho. Cuánto cuesta a algunos en
la práctica aceptar un error.
Siendo justos, si no se dice nada no necesariamente es que
se crea que está bien tomarse el tiempo para insultar a otra persona, no,
probablemente interiormente la persona sabe que algo hizo mal. Pero aquí entra
otro comportamiento distinto, se sabe que ya se cometió un error, tal vez puede
haber en el fondo arrepentimiento, pero algo hay que pareciera que lucha contra
lo anterior, como si la razón luchara contra el orgullo; como si muy en el
fondo se viera el aceptar un error como una señal de debilidad y mostrar
debilidad es mostrar que se es vulnerable y no pudiera permitirse mostrar
debilidad al otro.
Cuando se pasa por algo como eso, no es raro plantarse en la
actitud de me-muero-con-la-mia-y-no-voy-a-ceder.
Otra forma de reaccionar a la lucha interior que pudiera existir,
puede ser; si, estoy mal, se dijo o hizo algo que ofendió o lastimó o insultó a
otra persona, pero, muy bien, ya, siento mucho que te sientas mal.
¿Pudiera ser una disculpa? A medias. Eso es como un sí, pero
no, porque el ofendido es la otra persona, quien sabe, a lo mejor es muy susceptible
o aguanta muy poco, -siento mucho que estés así como estás-. Si, se siente
mucho, pero como se siente la persona, pareciera que muy en el fondo se
estuviera convencido que no se hizo algo mal, que la otra persona lo tomó mal,
no fue la intención o se aplicara aquello de “soy responsable de lo que digo,
más no de como toman lo que digo”, pero hay algunas cosas que por más que se le
busque el lado bueno no se le encuentra. ¿Cuál es el lado bueno cuando se dice
una grosería por ejemplo?
Difícil la lucha interior que tal vez se esté librando
internamente, en caso de ser así, lo bueno habría que ver que gana, porque por
un lado pudiera ser la parte de razón que puede ser que acepte que algo no está
muy bien, porque no gustaría recibir lo que ya se dio. Y por otro lado orgullo,
principios o ideas que muy probablemente tengan raíces muy profundas.
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