lunes, 14 de julio de 2014

No existe fórmula

Sentados frente a frente van pasando los minutos entre tragos y la plática, plática que va recorriendo dos, tres, cuatro semanas, tal vez más y los minutos se van haciendo horas que pasan de prisa.

En la plática, al principio sobre todo, a diferencia de muchas otras no se va por las cosas de poca importancia o las bromas, más bien se concentra en ciertas cosas, como si el tiempo apremiara y se quisiera aprovechar al máximo el tiempo, como si en el fondo alguno pensara que no habría otra ocasión. Después como si se dijera lo que se tenía que decir, se hace más ligera la plática y vuelven las bromas, nadie trata de quedar bien con el otro, por el simple hecho de quedar bien, solamente se es uno mismo.

El comentario atrevido ahogado por el ruido alrededor, las miradas pícaras, el roce no tan accidental como se quisiera aparentar, todas esas cosas que forman un todo. Un juego que se ha jugado tantas veces.

No tiene caso hacer como que no se quiere jugar, sería inútil, porque de todas formas no se tiene intención de salirse del juego. Se une al juego, juguemos: -Ahí sigue…; -Está igual…; -Mira como andas…; -Seamos…; -Cuando te vea… Sigamos jugando, ahora voy yo. ¿No? ¿De qué se trata, de demostrar quien manda? ¿De demostrar quien pone las reglas? ¿Simple orgullo? ¿Quién comenzó el juego?

El juego que tantas veces se jugó, que jugamos, pero como si solamente uno pudiera decir cuando se acaba. Como si las cosas dependieran de quien las hace. Si uno no quiere, ya quisiera cualquier otro estar en tu lugar. Si es al contrario, es porque se da a respetar, es más, adiós.

Como si fueran ciclos que se repiten luego de tanto tiempo. ¿Adiós? ¿Cuántas veces se intentó la despedida en un inicio, que fueron las mismas que no se entendieron? Ahora nuevamente haciendo hasta lo imposible para alejar, para decir adiós. Más que un juego parece un problema matemático con montones de incógnitas. Situación, juego, quien sabe que se quiere, tu, yo, etc.

Mi costumbre de cuestionar todo, de buscar un por qué a las cosas, no basta un “no quiero”, ni para no hablar ni para quitarse, digamos, el cinturón de seguridad o para no querer ir a algún lugar; esa misma costumbre es la que me hace, ya no entender las reglas de un juego, sino tratar de encontrar la fórmula para resolver la ecuación que pareciera se hizo todo lo posible por complicarla más de lo necesario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario