Sentados frente a frente van pasando los minutos entre
tragos y la plática, plática que va recorriendo dos, tres, cuatro semanas, tal
vez más y los minutos se van haciendo horas que pasan de prisa.
En la plática, al principio sobre todo, a diferencia de muchas
otras no se va por las cosas de poca importancia o las bromas, más bien se
concentra en ciertas cosas, como si el tiempo apremiara y se quisiera
aprovechar al máximo el tiempo, como si en el fondo alguno pensara que no
habría otra ocasión. Después como si se dijera lo que se tenía que decir, se
hace más ligera la plática y vuelven las bromas, nadie trata de quedar bien con
el otro, por el simple hecho de quedar bien, solamente se es uno mismo.
El comentario atrevido ahogado por el ruido alrededor, las
miradas pícaras, el roce no tan accidental como se quisiera aparentar, todas
esas cosas que forman un todo. Un juego que se ha jugado tantas veces.
No tiene caso hacer como que no se quiere jugar, sería
inútil, porque de todas formas no se tiene intención de salirse del juego. Se
une al juego, juguemos: -Ahí sigue…; -Está igual…; -Mira como andas…; -Seamos…;
-Cuando te vea… Sigamos jugando, ahora voy yo. ¿No? ¿De qué se trata, de
demostrar quien manda? ¿De demostrar quien pone las reglas? ¿Simple orgullo?
¿Quién comenzó el juego?
El juego que tantas veces se jugó, que jugamos, pero como si
solamente uno pudiera decir cuando se acaba. Como si las cosas dependieran de
quien las hace. Si uno no quiere, ya quisiera cualquier otro estar en tu lugar.
Si es al contrario, es porque se da a respetar, es más, adiós.
Como si fueran ciclos que se repiten luego de tanto tiempo.
¿Adiós? ¿Cuántas veces se intentó la despedida en un inicio, que fueron las
mismas que no se entendieron? Ahora nuevamente haciendo hasta lo imposible para
alejar, para decir adiós. Más que un juego parece un problema matemático con
montones de incógnitas. Situación, juego, quien sabe que se
quiere, tu, yo, etc.
Mi costumbre de cuestionar todo, de buscar un por qué a las
cosas, no basta un “no quiero”, ni para no hablar ni para quitarse, digamos, el
cinturón de seguridad o para no querer ir a algún lugar; esa misma costumbre es
la que me hace, ya no entender las reglas de un juego, sino tratar de encontrar
la fórmula para resolver la ecuación que pareciera se hizo todo lo posible por
complicarla más de lo necesario.

No hay comentarios:
Publicar un comentario