No lo había notado, no lo había tomado en cuenta, ni
siquiera llegué a pensar que tuviera algo que ver o que algún efecto pudiera
producir; el caso es que al pasar el tiempo se fueron acumulando comentarios
escritos, mensajes, que fueron enviados en ambas direcciones. Claro está, por haber
sido durante mucho tiempo la cantidad era grande.
Entre tanto mensaje, los más recientes, como es natural,
eran los que más leía, pues cada vez que los abría eran los primeros que
aparecían. Si solamente me guiara por esos cuantos mensajes que eran los que de
inmediato llenaban la pantalla, me podría ir haciendo a la idea, equivocada, de
que eran una imagen de lo que fueron estos últimos años. Si alguien los leyera,
podría formarse una idea muy parcial de los dos; como dice la frase a veces tan
usada o tan de cajón, vería solamente el árbol y no el bosque completo; o sería
casi como juzgar un libro por su portada; o… En fin, por ahí va la cosa.
Siempre leí mensajes anteriores cuando pasábamos tiempo sin
enviar nada, me gustaba hacerlo, me hacían sentir bien la mayoría de la veces
porque normalmente me sentía bien haciéndolo, pero hacía ya tiempo últimamente
que no nos habíamos enviado nada nuevo, todo había sido por otros medios y si
entraba a leer algo, era lo que dije antes, los mensajes más recientes. Lo
primero que me venía a la cabeza eran las preguntas, “¿Por qué me dijo eso?”,
“¿Eran tan graves las cosas que hice o que no pude hacer en su momento como
para que llegara a eso?”, “Si en los momentos de enojo se dicen cosas que por
alguna razón no se dicen, ¿es eso lo que en realidad piensa o siente?”, “¿Cómo
pude ser capaz de decir lo que dije?”, “Podría haber respondido antes”, “¿Gané
algo?”
Sin el afán de justificar nada ni a nadie, lo repito, sería
injusto quedarme con cuatro o cinco o los que sean, si en su mayoría las cosas
siempre fueron de una forma totalmente contraria a lo que aparentarían unas
cuantas líneas de texto, eso lo sé porque estuve presente todo el tiempo.
Pero en estos días otras preguntas me vinieron a la cabeza,
“¿Para qué leerlos otra vez si ya sé que no dicen nada bueno?”, “¿Acaso quiero
tenerlo presente para recordárselo a la otra persona en la primera
oportunidad?”, “Si así fuera, ¿qué quiero sacar con eso?”
Así que me senté y uno a uno comencé a eliminar cada mensaje.
Al ir borrando, voy leyendo cada uno y recordando momentos. Los primeros,
básicamente los que motivaron que tomara esta decisión. Si solamente se tomaran
las acciones o comportamiento reciente para calificar a alguien, que
perjudicados estaríamos muchas veces. Como todo, el tiempo va poniendo las cosas en su
justa medida y ni somos tan buenos ni tampoco somos lo peor de lo peor.
Recomiendan no tomar las cosas de manera personal, otros
tomarlas de quien vienen o tomar en cuenta el momento en el que se dicen.
Leo y veo “llamadas a misa”, saludos, despedidas, reclamos;
todo en ambas direcciones; compruebo una y otra vez que no se tiene la verdad
absoluta, que en un problema de dos ambos tienen una parte de responsabilidad,
que si se pensaran las cosas al menos una vez más de lo que se pensaron (si es
que se hizo), tal vez se habría contestado antes o no se habría dicho lo que se
dijo o se habría aprovechado más el tiempo. Los leo por última vez antes de desaparecerlos
de la pantalla y de mi historial, no como una forma de sentirme víctima ni de repartir
culpas, sino como una forma escrita de echar una mirada a lo hecho.
Al final como todas las cosas, también esto el tiempo lo ha
ido poniendo en su justa medida, no fue todo malo, momentos difíciles, sí, como
todo, mucho más para recordar por lo buenos que fueron. Faltan por borrar
porque son muchos más de los que pensaba; ya terminaré, pero sea como sea lo
mejor de todo me lo llevo en mí y no se puede borrar.
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