domingo, 13 de julio de 2014

Alguien tiene que...

No lo había notado, no lo había tomado en cuenta, ni siquiera llegué a pensar que tuviera algo que ver o que algún efecto pudiera producir; el caso es que al pasar el tiempo se fueron acumulando comentarios escritos, mensajes, que fueron enviados en ambas direcciones. Claro está, por haber sido durante mucho tiempo la cantidad era grande.

Entre tanto mensaje, los más recientes, como es natural, eran los que más leía, pues cada vez que los abría eran los primeros que aparecían. Si solamente me guiara por esos cuantos mensajes que eran los que de inmediato llenaban la pantalla, me podría ir haciendo a la idea, equivocada, de que eran una imagen de lo que fueron estos últimos años. Si alguien los leyera, podría formarse una idea muy parcial de los dos; como dice la frase a veces tan usada o tan de cajón, vería solamente el árbol y no el bosque completo; o sería casi como juzgar un libro por su portada; o… En fin, por ahí va la cosa.

Siempre leí mensajes anteriores cuando pasábamos tiempo sin enviar nada, me gustaba hacerlo, me hacían sentir bien la mayoría de la veces porque normalmente me sentía bien haciéndolo, pero hacía ya tiempo últimamente que no nos habíamos enviado nada nuevo, todo había sido por otros medios y si entraba a leer algo, era lo que dije antes, los mensajes más recientes. Lo primero que me venía a la cabeza eran las preguntas, “¿Por qué me dijo eso?”, “¿Eran tan graves las cosas que hice o que no pude hacer en su momento como para que llegara a eso?”, “Si en los momentos de enojo se dicen cosas que por alguna razón no se dicen, ¿es eso lo que en realidad piensa o siente?”, “¿Cómo pude ser capaz de decir lo que dije?”, “Podría haber respondido antes”, “¿Gané algo?”

Sin el afán de justificar nada ni a nadie, lo repito, sería injusto quedarme con cuatro o cinco o los que sean, si en su mayoría las cosas siempre fueron de una forma totalmente contraria a lo que aparentarían unas cuantas líneas de texto, eso lo sé porque estuve presente todo el tiempo.

Pero en estos días otras preguntas me vinieron a la cabeza, “¿Para qué leerlos otra vez si ya sé que no dicen nada bueno?”, “¿Acaso quiero tenerlo presente para recordárselo a la otra persona en la primera oportunidad?”, “Si así fuera, ¿qué quiero sacar con eso?”

Así que me senté y uno a uno comencé a eliminar cada mensaje. Al ir borrando, voy leyendo cada uno y recordando momentos. Los primeros, básicamente los que motivaron que tomara esta decisión. Si solamente se tomaran las acciones o comportamiento reciente para calificar a alguien, que perjudicados estaríamos muchas veces. Como todo, el tiempo va poniendo las cosas en su justa medida y ni somos tan buenos ni tampoco somos lo peor de lo peor.

Recomiendan no tomar las cosas de manera personal, otros tomarlas de quien vienen o tomar en cuenta el momento en el que se dicen.

Leo y veo “llamadas a misa”, saludos, despedidas, reclamos; todo en ambas direcciones; compruebo una y otra vez que no se tiene la verdad absoluta, que en un problema de dos ambos tienen una parte de responsabilidad, que si se pensaran las cosas al menos una vez más de lo que se pensaron (si es que se hizo), tal vez se habría contestado antes o no se habría dicho lo que se dijo o se habría aprovechado más el tiempo. Los leo por última vez antes de desaparecerlos de la pantalla y de mi historial, no como una forma de sentirme víctima ni de repartir culpas, sino como una forma escrita de echar una mirada a lo hecho.

Al final como todas las cosas, también esto el tiempo lo ha ido poniendo en su justa medida, no fue todo malo, momentos difíciles, sí, como todo, mucho más para recordar por lo buenos que fueron. Faltan por borrar porque son muchos más de los que pensaba; ya terminaré, pero sea como sea lo mejor de todo me lo llevo en mí y no se puede borrar.

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