domingo, 22 de septiembre de 2013

Amor vidente

Dicen que el amor es ciego y si es de los padres, específicamente, por alguna extraña razón, el de las madres no se diga. No es raro escuchar lo buenos que son sus hijos. Frases como “es buen muchacho” o contando a los demás lo buenos que son en lo que hacen, aunque a veces no están muy seguros de lo que hacen sus retoños o dan a entender que lo malo que les pasa, nunca es culpa de ellos.
Hablando por teléfono con mi madre, le dije hace poco, “mamá, tu para hacer críticas hacia nosotros, eres durísima”. Eso se lo dije no como reclamo, sino como un comentario. Mi querida mamá se quedó callada por un momento, casi podría decirlo como si lo hubiera visto, y me contestó, “pues es mejor así, ¿no? ¿O prefieres que nada más te dé por tu lado?”.
Y sí, puedo decir que las críticas más duras que he recibido de mi comportamiento, desde que tengo uso de razón, han sido de mis padres. Nunca he sentido que si algo no está bien hecho vayan a dejarlo pasar. De niño pensaba que eran malos, que se pasaban en su forma de ser hacia mi hermano y hacia mí. Con el paso del tiempo, llegué a agradecerles su forma de ser, al menos conmigo.
Recuerdo que entre mis tíos, de uno y otro lado, no era raro que dijeran que eran muy estrictos con nosotros. A nosotros nunca nos pareció así, tal vez porque estábamos ya acostumbrados o porque lo que no son es solapadores. Lo que sí recuerdo es que nunca hice una escena como las que vi en varias ocasiones; niños haciendo berrinche, al punto de que se tiran al piso y los papás sin saber que hacer y no es raro que terminen haciendo lo que el niño quería, o sea, se salen con la suya.
Yo en cambio ya sabía que si hacía algo incorrecto, si me veían de alguna forma, sabía de que tamaño estaba el mal. ¡Y eran ellos mismos los que decían que eran muy blandos! En mi opinión no eran blandos y mucho menos autoritarios, solo eran firmes.
Últimamente por diferentes razones he tenido que acercarme a ellos y lejos de justificarme, como he visto que lo hacen algunos padres con sus hijos, me han dicho cosas duras, incómodas para mí, pero necesarias.
No es raro que como hijos seamos muy duros al criticar a nuestros padres, casi siempre estamos más preocupados viendo que no nos dieron, que nos faltó o lo mal que nos educaron, según nosotros mismos.
A estas alturas, las cosas dependen de mí, pero les estoy agradecido porque antes como ahora, no los ciega el amor de padres y ni somos los más guapos, ni tampoco estamos exentos de errores, somos solo sus hijos, con virtudes y defectos.

¿Cómo?

Con el paso del tiempo hay muchas cosas que en algún momento dije, me doy cuenta que, otra vez, es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Por qué? Por la sencilla razón que hay cosas que es necesario vivirlas para poder dar una opinión tan segura como se puede llegar a dar.
Un mes puede llegar a ser tan corto y tan largo dependiendo de lo que se trate. En ciertos momentos di ese periodo para dar por terminados ciertos ciclos. Ahora puedo decirlo, aunque hacía tiempo que lo sabía, no es tan fácil.
Si por lo menos se tratara de un trabajo, graduación o hasta el cambio de lugar de residencia, podría ser; pero no, todo depende de cuál sea la situación.
Creo que admiro a las personas que pueden cambiar de opinión en un periodo corto de tiempo. Yo no puedo.
Hay personas que siento que aún están ahí, que puedo dirigirme a ellas si siento la necesidad de hablar, pero no, ya no están y aunque duele pensarlo, tal vez hacía tiempo que no estaban ya, porque se aburrieron de que lo que dijera fuera sobre lo mismo o, porque los cambios no eran como hubieran esperado o por lo que sea.
Dicen que los cambios son buenos, pero caray, ¡se suponía que estaban bien las cosas tan solo unos días antes! Entonces, ¿Por qué haber estado preparado para un posible cambio? Estaba y estoy preparado para un cambio, pero de un tipo totalmente distinto. Un cambio que se había planeado hace tiempo y que de unos meses para acá, se busca con más énfasis.
Es frustrante que le digan a uno que no lo quieren, en lo que sea. Al postularse a un empleo o solicitar una visa, el que le digan a uno que no, es en algún grado frustrante. El que diga que no es un mentiroso.
En este momento la pregunta es, ¿cómo hacer para dejar atrás las cosas que ya no son, si todo lo que rodea y a donde se va lo recuerda?
Sí, todos dicen que su problema es más fuerte que el de los demás. No es cierto, pero fieles a la costumbre de que se es experto a solucionar las vidas ajenas, me gustaría que alguien dijera algo distinto en este momento y no las mismas frases gastadas.
Muchas veces, para muchas situaciones, quisiéramos que alguien nos diera la solución de lo que venimos cargando, pero tristemente tenemos que encontrarla nosotros mismos. La pregunta es la misma.
Puedo decir claramente que hace ya algún tiempo, me pasé de hablador, me equivoqué, sobre todo, porque no sabía de lo que hablaba y de eso hace ya también tiempo que me lo había confesado a mí mismo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Cuatro

No es raro que cuando vemos hacia adelante en el tiempo las cosas nos parezcan muy lejanas. Eso no sólo les pasa a los niños, la diferencia es que de adultos sabemos que cuando menos esperamos las fechas ya las tenemos encima.
¿Que si el tiempo pasa muy rápido? Que yo sepa los días siempre han tenido 24 horas, cada hora 60 minutos y cada minuto 60 segundos y todos recibimos nuestra dotación de tiempo repartido en esos múltiplos. Entonces ¿por qué en cierto momento usamos tan convencidos la frase esa de que el tiempo pasa volando?
Dejando de lado que al hacernos cada vez más mayores, nos llenamos de ocupaciones, en ocasiones más de las que se pueden hacer en un día, creo que muchas veces es porque estamos más atentos a mirar hacia atrás, viendo lo que ya pasó, los errores que cometimos, lo que dejamos de hacer, lo bien o mal que estábamos antes; que en el presente y planeando lo que vendrá. Siempre será más rápido dar un repaso a lo pasado. Como si leyéramos un resumen del Quijote de cien páginas o la reseña de una película en la que en cuatro párrafos nos dijeran de qué se trata, final incluido.
Aunque se dice que para atrás nada, en este momento puedo decir que sí conviene echar una mirada a lo que ha pasado. Muy a pesar de los ratos complicados y sin que sea la intención hacer dramas ni convertirme en víctima de las circunstancias, puedo decir que he tenido una buena vida. Personalmente estoy agradecido porque he conocido muchas personas que han dejado algo en mí. Desde mi familia, novia, amigos, compañeros de trabajo o de estudios; hasta esa persona que una noche en un bar me dijo algo que hasta la fecha tengo presente o el otro hombre que en un viaje, en una plática corta me hizo ver, sin darse cuenta, la solución de una situación difícil.
No es mi intención ser ejemplo de nada, pero espero haber dejado también algo medianamente bueno, en las personas con las que he tenido algún contacto y que digan algo así como, “aquel larguchon trompudo, que aquella vez nos encontramos, lo recuerdo por…”.
Hay ciertas cantidades, números, que tienen un significado especial para mí por diferentes razones; 19, 9, 8, 24, 2, 6; pero en este momento, especialmente el 4.
Hoy echaré una mirada hacia lo que ya ha pasado, no para lamentarme por lo que dejé de hacer o por mis errores, sino para ver lo hecho, sea mucho o poco, está hecho y son consecuencia de mis decisiones en ese momento. Pero no me voy a quedar sentado contemplando lo que ya pasó, porque hay más hacia adelante, allí está la acción.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Mañana

No es mi intención ponerme intenso a la hora de hablar, o escribir como ahora. De hecho me llegan a caer mal algunas personas que pareciera que están actuando cuando hablan de algunos temas. Me gusta más tomarme las cosas a la ligera, después de todo ¿qué hay que no tenga remedio?
Así que sin ser la intención ponerse intenso, algunas veces caemos en algo parecido, somos especialistas en arreglar las vidas ajenas. No es extraño que para los problemas de otras personas tengamos una respuesta, que con muy poca humildad creemos que es la mejor solución a sus problemas. Pero, ¿en cuántas ocasiones sentimos que nuestros problemas son los más grandes del mundo? Entonces es cuando aparecen ante nosotros esos personajes que tienen la solución a nuestros problemas. No es extraño que alguna de esas soluciones venga de personas con las que hicimos lo mismo. Pero no, ¿cómo hemos de hacer lo que alguien más nos dice? Es algo que nos afecta a nosotros, no comprenden…
En pocas palabras, es más fácil decir que hacer. Pocas veces nos aplicamos a nosotros mismos esas soluciones que no tienen vuelta de hoja, claro, no la tienen en los demás.
Alguien dirá que somos culpables de todo lo que nos pasa. Alguien más dirá todo lo contrario. Podría ser una discusión que llevaría horas, unos a favor presentando sus argumentos y los otros sacando los propios, para demostrar lo contrario. Al final, lo que podría ser y que ninguna de las dos partes quiere entender, es que lo más seguro es que sea un poco de las dos partes.
Si por momentos se siente en lo personal que no va bien, en otros momentos que las cosas van peor, luego un respiro y de vuelta; se vuelve una situación desgastante para uno mismo y para los que están alrededor.
Por momentos, en lo personal, trato de reírme de las cosas, aunque en ocasiones cuesta trabajo. ¿Qué más se puede hacer? Seguir adelante. ¿Qué no se puede hacer? Sentarse a llorar por lo que ya pasó y no tiene remedio. Lo hecho, si no se hizo bien o se pudo hacer mejor, ya quedó atrás.
No importa que, como hoy, cuando sentía que andaba en una temporada mala, no haya encontrado nada mejor como lo que encontré al salir en la puerta; para que me dijera a mí mismo, “ríe, que después de todo, si no hay interés de la otra parte, por ti no va a quedar”.
Por mucho que sienta que las cosas van mal, mañana me levantaré temprano y haré lo que me toca y lo que tengo que hacer, que no es lo mismo. No importa que por momentos sienta que no tiene caso hacerlo. “Después de todo, mañana será otro día”

sábado, 14 de septiembre de 2013

Coincidir

Por razones que no puedo entender o por casualidad, tres meses del año tienen un significado muy importante para mí. Casualidad porque son tres meses consecutivos, julio, agosto y septiembre.
Septiembre, es el mes en que hice padres a una pareja de jóvenes y podría decirse que tanto ellos como yo tenemos algo que celebrar (al menos eso creo), aunque para ser correctos, el cumpleaños de cada uno de nosotros podría muy bien celebrarse el día de la concepción, pero eso es mucho pedir. Para empezar, todos seríamos nueve meses mayores. Pero comenzando por el principio y  por orden, las cosas han sido así:
Julio. Fue en este mes en 2005, en que, acabando de regresar de Monterrey, luego de la visita de poco menos de una semana de un amigo de la infancia, me pidieron en mi trabajo que fuera a la oficina principal. Dos días allá y de regreso a Guanajuato, con el aviso de que el 4 de julio me visitaría mi jefe. Así que regresé la última semana de junio y fue el 2 de julio el día que todo comenzó.
Luego de que el sábado 2 de julio no tuve ganas de salir a donde normalmente lo hacía, porque ya sabía que sería para algo más que trasnocharme y la verdad, no tenía ánimo para eso. Esa noche por una de esas casualidades que le ponen a uno la vida, coincidimos.
Luego del 2 de julio, al día siguiente otra vez, ya no por casualidad; llegó el 4 de julio, además de ser lunes, de que tendría la visita de mi jefe y de cosas de trabajo que tenía que hacer y que tengo presentes por diferentes razones, es especial, mucho.
Durante el resto del mes, luego de ciertas situaciones, hubo un momento que por error mío, pensé que hasta ahí llegarían las cosas, sentí que, ni hablar, hasta ahí llegaron las cosas. Pero no, las cosas no llegaron hasta ahí, siguieron.
Otro sábado, 6 de agosto, por decirlo de alguna manera, arrancaron las cosas, aunque si se tuviera que recordar una fecha, sin problemas podríamos ir un mes atrás. Siempre o casi siempre traté de darle importancia a las tres fechas.
Septiembre. Como ya dije, la fecha de mi cumpleaños. Viendo hacia atrás, son tres meses en que pasaron muchas cosas, hasta este momento. Como todo era bueno, a nadie conozco que se queje porque en periodos cortos le sucedan cosas buenas. Como si fuéramos merecedores de lo bueno que recibimos. Aunque así fuera, no está de más tomarlo en cuenta.
Con el paso del tiempo, llego al día de hoy, otra vez ubicado en estos tres meses. Julio de ausencia, pero viviendo algo que se sabe que es normal que suceda.
Agosto fue, por lo menos la mitad, un mes de esperanza, planes, algo de incertidumbre y espera. Cómo es odioso tener que esperar la respuesta de alguien más para que le digan a uno que por el momento el tema está suspendido.
Septiembre, otra vez el mes de aniversario personal, pero con algo que para nada es agradable. ¿Cómo puede serlo saber que algo se acaba? No se trata de dejar un empleo en el que se pueden tener 10 o 15 años y se deja para buscar algo mejor o porque le dan a uno las gracias, porque ya no es útil para la compañía. No, no es agradable y mucho menos fácil.
¿La vida sigue? Por supuesto que sigue, no se detiene, pero somos seres que necesitamos una filiación. Yo le llamo, complicidad. Pues la vida tendrá que seguir sin cómplice, sólo, pero sólo en ese aspecto, porque por mucho que sepa que hay personas que están ahí, aquí no está quien estaba hasta hace unos días.
Por la etapa de mi vida que estoy pasando, se siente como si fuera un golpe de los más fuertes, un “estate quieto”.
Atrás quedan las risas, las peleas, las bromas, las reconciliaciones, los planes, los deseos, las vacaciones. ¿Me quedo con algo? Por supuesto. Con todo lo bueno, que ha sido mucho, con el agradecimiento de haber conocido a alguien que ha estado ahí en todo momento,  que compartió los momentos buenos y los malos, que tenía la palabra correcta en el momento indicado, alguien con quien se llegó a tener una conexión que por momentos llegó hasta a dar un poco de miedo.
Aquel que es religioso dirá, Dios sabe por qué hace o permite las cosas. El que no lo es dirá que por algo suceden las cosas. El caso es que yo estoy muy agradecido porque un 2 de julio decidí no salir a donde usualmente lo hacía, cosa por la que posiblemente en ese momento alguien me podría haber dicho que era un aburrido. Yo en cambio, doy gracias porque ese día comenzó la mejor etapa de mi vida.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Egoísmo

Hay muchas cosas de las que presumimos, algunas veces sin proponérnoslo acabamos presumiendo de alguna cualidad que tenemos. Pero seguramente si alguien nos preguntara si somos egoístas contestaremos con vehemencia que no, que todo menos eso. Pero, ¿será cierto?
Leyendo algunas cosas, me encontré con este tema y me puso a pensar. Lo planteaban de una manera en que en realidad, tengo mis dudas de que tan egoísta puedo haber sido mucho tiempo.
Para algunas personas puede ser triste el que algunas personas de más de 40 aún no sepan que hacer con sus vidas. Otras en cambio aplicarán lo que dice en el video “Usa Protector Solar”, que se hizo popular hace unos años.
Será triste o les parecerán interesantes esas personas, pero, sea a los 40, 20, 60; ¿qué tan egoístas hemos sido en ese tiempo? Quiero decir, ¿hemos dado lo mejor de nosotros a las personas que nos rodean? ¿Hemos preferido encerrarnos en nuestro pequeño mundo en lugar de compartir lo bueno que tenemos, a los demás?
Alguna vez escuché a más de una persona decir cosas como, -Prefiero que no me conozcan, así no me hacen daño o  –Es mejor estar así, todo lo hago por mí mismo, de esa forma no le debo nada a nadie.
Puede ser que para la situación personal de cada uno, eso pueda funcionar para algunas cosas, pero, ¿de que no perdemos al no salir y compartir las virtudes que sin duda tenemos?
Tengo la fortuna de que por mi vida han pasado muchas personas, y la mayoría ha dejado algo de ellas. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de ello.

También he pasado por la vida de algunas personas y espero haber dejado algo bueno. Por lo menos puedo decir que soy transparente y no escondo nada. Espero que haya sido bueno lo que haya dejado. Aunque siendo sincero, podría haber compartido más y haber estado menos encerrado en mi pequeño mundo. No en el plan de andar por ahí dizque queriendo hacer el bien, pero sí, permitiendo que me conozcan, al menos un poco; y conociendo a los demás. O como por ejemplo; sí, hago las cosas por mí mismo, pero si necesito ayuda la pediré.