Por razones que no puedo entender o por casualidad, tres
meses del año tienen un significado muy importante para mí. Casualidad porque
son tres meses consecutivos, julio, agosto y septiembre.
Septiembre, es el mes en que hice padres a una pareja de
jóvenes y podría decirse que tanto ellos como yo tenemos algo que celebrar (al
menos eso creo), aunque para ser correctos, el cumpleaños de cada uno de nosotros
podría muy bien celebrarse el día de la concepción, pero eso es mucho pedir.
Para empezar, todos seríamos nueve meses mayores. Pero comenzando por el
principio y por orden, las cosas han
sido así:
Julio. Fue en este mes en 2005, en que, acabando de regresar
de Monterrey, luego de la visita de poco menos de una semana de un amigo de la
infancia, me pidieron en mi trabajo que fuera a la oficina principal. Dos días
allá y de regreso a Guanajuato, con el aviso de que el 4 de julio me visitaría
mi jefe. Así que regresé la última semana de junio y fue el 2 de julio el día
que todo comenzó.
Luego de que el sábado 2 de julio no tuve ganas de salir a
donde normalmente lo hacía, porque ya sabía que sería para algo más que
trasnocharme y la verdad, no tenía ánimo para eso. Esa noche por una de esas
casualidades que le ponen a uno la vida, coincidimos.
Luego del 2 de julio, al día siguiente otra vez, ya no por
casualidad; llegó el 4 de julio, además de ser lunes, de que tendría la visita
de mi jefe y de cosas de trabajo que tenía que hacer y que tengo presentes por
diferentes razones, es especial, mucho.
Durante el resto del mes, luego de ciertas situaciones, hubo
un momento que por error mío, pensé que hasta ahí llegarían las cosas, sentí
que, ni hablar, hasta ahí llegaron las cosas. Pero no, las cosas no llegaron
hasta ahí, siguieron.
Otro sábado, 6 de agosto, por decirlo de alguna manera,
arrancaron las cosas, aunque si se tuviera que recordar una fecha, sin
problemas podríamos ir un mes atrás. Siempre o casi siempre traté de darle importancia
a las tres fechas.
Septiembre. Como ya dije, la fecha de mi cumpleaños. Viendo
hacia atrás, son tres meses en que pasaron muchas cosas, hasta este momento.
Como todo era bueno, a nadie conozco que se queje porque en periodos cortos le
sucedan cosas buenas. Como si fuéramos merecedores de lo bueno que recibimos.
Aunque así fuera, no está de más tomarlo en cuenta.
Con el paso del tiempo, llego al día de hoy, otra vez
ubicado en estos tres meses. Julio de ausencia, pero viviendo algo que se sabe
que es normal que suceda.
Agosto fue, por lo menos la mitad, un mes de esperanza,
planes, algo de incertidumbre y espera. Cómo es odioso tener que esperar la respuesta
de alguien más para que le digan a uno que por el momento el tema está suspendido.
Septiembre, otra vez el mes de aniversario personal, pero
con algo que para nada es agradable. ¿Cómo puede serlo saber que algo se acaba?
No se trata de dejar un empleo en el que se pueden tener 10 o 15 años y se deja
para buscar algo mejor o porque le dan a uno las gracias, porque ya no es útil
para la compañía. No, no es agradable y mucho menos fácil.
¿La vida sigue? Por supuesto que sigue, no se detiene, pero
somos seres que necesitamos una filiación. Yo le llamo, complicidad. Pues la
vida tendrá que seguir sin cómplice, sólo, pero sólo en ese aspecto, porque por
mucho que sepa que hay personas que están ahí, aquí no está quien estaba hasta
hace unos días.
Por la etapa de mi vida que estoy pasando, se siente como si
fuera un golpe de los más fuertes, un “estate quieto”.
Atrás quedan las risas, las peleas, las bromas, las
reconciliaciones, los planes, los deseos, las vacaciones. ¿Me quedo con algo?
Por supuesto. Con todo lo bueno, que ha sido mucho, con el agradecimiento de
haber conocido a alguien que ha estado ahí en todo momento, que compartió los momentos buenos y los malos, que tenía la palabra correcta en el momento indicado, alguien con
quien se llegó a tener una conexión que por momentos llegó hasta a dar un poco
de miedo.
Aquel que es religioso dirá, Dios sabe por qué hace o
permite las cosas. El que no lo es dirá que por algo suceden las cosas. El
caso es que yo estoy muy agradecido porque un 2 de julio decidí no salir a
donde usualmente lo hacía, cosa por la que posiblemente en ese momento alguien
me podría haber dicho que era un aburrido. Yo en cambio, doy gracias porque ese
día comenzó la mejor etapa de mi vida.
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