miércoles, 18 de septiembre de 2013

Mañana

No es mi intención ponerme intenso a la hora de hablar, o escribir como ahora. De hecho me llegan a caer mal algunas personas que pareciera que están actuando cuando hablan de algunos temas. Me gusta más tomarme las cosas a la ligera, después de todo ¿qué hay que no tenga remedio?
Así que sin ser la intención ponerse intenso, algunas veces caemos en algo parecido, somos especialistas en arreglar las vidas ajenas. No es extraño que para los problemas de otras personas tengamos una respuesta, que con muy poca humildad creemos que es la mejor solución a sus problemas. Pero, ¿en cuántas ocasiones sentimos que nuestros problemas son los más grandes del mundo? Entonces es cuando aparecen ante nosotros esos personajes que tienen la solución a nuestros problemas. No es extraño que alguna de esas soluciones venga de personas con las que hicimos lo mismo. Pero no, ¿cómo hemos de hacer lo que alguien más nos dice? Es algo que nos afecta a nosotros, no comprenden…
En pocas palabras, es más fácil decir que hacer. Pocas veces nos aplicamos a nosotros mismos esas soluciones que no tienen vuelta de hoja, claro, no la tienen en los demás.
Alguien dirá que somos culpables de todo lo que nos pasa. Alguien más dirá todo lo contrario. Podría ser una discusión que llevaría horas, unos a favor presentando sus argumentos y los otros sacando los propios, para demostrar lo contrario. Al final, lo que podría ser y que ninguna de las dos partes quiere entender, es que lo más seguro es que sea un poco de las dos partes.
Si por momentos se siente en lo personal que no va bien, en otros momentos que las cosas van peor, luego un respiro y de vuelta; se vuelve una situación desgastante para uno mismo y para los que están alrededor.
Por momentos, en lo personal, trato de reírme de las cosas, aunque en ocasiones cuesta trabajo. ¿Qué más se puede hacer? Seguir adelante. ¿Qué no se puede hacer? Sentarse a llorar por lo que ya pasó y no tiene remedio. Lo hecho, si no se hizo bien o se pudo hacer mejor, ya quedó atrás.
No importa que, como hoy, cuando sentía que andaba en una temporada mala, no haya encontrado nada mejor como lo que encontré al salir en la puerta; para que me dijera a mí mismo, “ríe, que después de todo, si no hay interés de la otra parte, por ti no va a quedar”.
Por mucho que sienta que las cosas van mal, mañana me levantaré temprano y haré lo que me toca y lo que tengo que hacer, que no es lo mismo. No importa que por momentos sienta que no tiene caso hacerlo. “Después de todo, mañana será otro día”

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