sábado, 26 de abril de 2014

Lo que en amor se da

No es raro leer que alguna pareja de famosos rompen y que se habla sobre el anillo que él le regaló a ella y que o ella se lo regresa o él lo pide de vuelta. No se cómo serían las cosas antes, pero pensándolo bien es una grosería regresar un regalo y más pedir que lo regresen. Yo mismo debo confesar que alguna vez quise regresar un presente y luego de tiempo de pensar bien las cosas acepto que caí en esa actitud grosera.

Cuando estamos con alguien, no es raro que no escatimamos en dar, a veces es hacia un lado, otras hacia los dos, bien, se da porque la otra persona nos interesa, porque queremos lo mejor para el otro, en ocasiones por presumir o quedar bien; cualquiera que sea la razón por la que damos nadie nos obliga a hacerlo, libremente vamos y damos lo que muchas veces ni siquiera nos pidieron. Pero no nos equivoquemos, no son sólo cosas materiales, también damos otras que son difíciles de medir o cuantificar, pero no por eso son menos valiosas, al contrario, podrían llegar a serlo más que las materiales.

Porque ¿cómo medir momentos felices?, y de ser posible ¿también al haber un rompimiento de pareja se pedirá que se regresen esos momentos? ¿cómo saber si fueron más felices los momentos que dio uno que los que recibió? ¿se miden por risas, horas o cómo? Si las cosas materiales se piden de regreso al terminar, entonces no eran obsequios, eran solamente préstamos; ¿también habría que prestar nada más lo momento felices? ¿cómo se pagan esos momentos? ¿habría que seguir juntos luego de terminada la relación hasta que se considere pagado? Cosa difícil, por eso nos vamos a lo más sencillo, cobrar lo material.

¿Por qué no ser sinceros desde el inicio y no andar diciendo que se regaló algo y mejor decir, “te presto esto, pero eso sí, al terminar me lo regresas”? Entonces si así fuera, no es tanto el amor que se presume, pero si sería mejor dejar las cosas en claro, incluyendo el tipo de relación que se tiene, porque no se vale andar cambiando el discurso luego que se dijeron otras cosas al inicio. Si algo se da enamorado, así se queda, no se puede dar ahora algo en nombre del amor y el día de mañana o en un año cambiar de opinión y siempre no, ese regalo en realidad es un préstamo nada más. Actuar de esa manera es falta de madurez y se piden de regreso los obsequios como un recurso, como diciendo, “yo hice más por ti de lo que hiciste por mi”. Pero habría que recordar que lo que en amor se da, en amor se queda.

Cinco

Siempre presente ese sabor, mezcla de todo lo bueno conocido, licor, alegría, excitación, mañana, noche. El sabor de fines de semana que se deseaban interminables, interrumpidos por la vulgar necesidad del cumplimiento de las obligaciones normales de la vida moderna.


No es posible borrar la sensación tantas veces experimentada al poner sus dedos sobre la suave blancura de ese traje que la naturaleza regaló o que causa tanto deseo al tomarse la libertad de la caricia sorpresiva. Es la manera más simple de tener intimidad, no es necesario esperar a llegar a estar solos, se puede comenzar y pasar todo el camino tocando de la manera más inocente a los ojos de los demás, cuando en realidad se está iniciando el rito del amor.


Voces, gritos, ruidos, gemidos, siempre presentes, grabados en la mente para reproducirlos a placer, producto de emociones del momento y expresiones de los sentimientos más profundos. La primera frase del día, la llamada telefónica, la palabra en voz baja en medio de la multitud y del bullicio; poder distinguir ese tono específico entre miles, porque no es solamente un sonido, es la voz.


Imágenes que se van acumulando como un álbum imaginario, movimientos, momentos, rostros, colores, formas. ¿De aquí nace el amor? ¿Cómo es posible esto? ¿Y si lo que para mi es azul, otros lo vieran como yo veo lo rojo? ¿Cómo entender como cada cerebro decodifica lo que transmiten los ojos? ¿Y si…? ¡Que me importa! Me gusta lo que veo, simplemente porque me gusta. Porque me gustas.


Olores característicos. Olor característico que no es posible explicar a que huele, porque huele a todo, a momentos felices, a días completos, a deseo y amor. Es el resultado de la mezcla de la persona, el lugar, el momento, el sentimiento; nada ni nadie puede igualar esa mezcla y mucho menos los resultados que produce.

jueves, 24 de abril de 2014

Soledad

Cansado, harto de dar vueltas en la cama durante la noche luego de no poder conciliar el sueño. Esto no tiene que ver con el cambio de horario, hay algo más y lo sabe aunque no quiera decirlo, como si pudiera engañarse a sí mismo. Al lado la mitad de la cama vacía, aunque podría hacerlo no invade ese espacio vital, como si una barrera se lo impidiera, como si estuviera programado aún en los intermitentes momentos de sueño que logra conciliar. Junto con ese espacio desocupado, la almohada que no se usa, porque al igual que la mitad de la cama, algo lo hace a que permanezca en su lugar, no importa que esté ahí, libre.

Recuerda como en más de una ocasión despertó en medio de la noche y estaba volteado hacia su derecha y alcanzó a percibir una aroma que le era muy familiar, un aroma que ninguna cosa tiene, ese aroma que tantas veces comentó que percibía estando sólo, un aroma característico. Ahora le parecía más intenso, era igual, pero le parecía más presente en su cama que en otras ocasiones, como si algo le estuviera haciendo una broma o precisamente ahora, exactamente ahora que pasaba por todo lo que estaba pasando, la mitad de su cama se hubiera quedado más impregnada de ese aroma.

Ahora en la soledad de la habitación pensaba en el tiempo que pasaría solo, en cuan largo sería este nuevo periodo, cuánto tardaría en volverse a sentir nuevamente acompañado.

Pero presentía que no estaba totalmente solo en realidad. De tanto que se lo habían mencionado le parecía familiar y podía imaginarla ahí, al fondo del pasillo viendo todo lo que pasaba, extrañada por la gente que al principio entraba, luego, por la persona que tanto tiempo llegaba e invadía en cierta forma su vivienda; después de todo, ella había llegado antes. Casi podía verla con su cabello castaño hasta el hombro y su cara muy blanca, mirándolo cuando estaba alegre, a veces acompañado, a veces sólo y ella también sonreía o cuando estaba triste o desesperado y ella no entendía el por qué de lo que estaba pasando.

Y ahí estaba, sólo y acompañado al mismo tiempo, recordando a El Cuervo de Poe, con la diferencia que su compañía, de existir, no hablaba; respirando ese aroma e imaginando ser espiado por esa menor de edad a la que no podía mandar a dormir.

lunes, 7 de abril de 2014

Lealtad o justicia

Siempre escucho la frase, “si te entiendo, me pongo en tu lugar”, pero la gran mayoría de las veces, el que lo dice ni entiende, ni sabe lo que es estar en lugar del otro, ni tiene idea de lo que está pasando la otra persona, esa termina siendo una más de esas frases muy hechas y que se dicen casi sin reflexionar en lo que llevan en su significado.

En una ocasión que trabajaba en una compañía platicando con mi jefe de ese entonces, traté de engancharlo para que me diera un ligero aumento de sueldo. Luego de darle vueltas a la respuesta, me dijo varias cosas que terminaban en lo mismo como, ponerse la camiseta, estar comprometido, sentir la compañía como propia, etc. En otras palabras, ser leales.

Durante los últimos dos o tres años, he pasado por situaciones que me deberían de cambiar en algunos aspectos y desde hace más tiempo estoy expuesto, por así decirlo, a situaciones por las que nunca había pasado. El caso es que en los últimos días he llegado a preguntarme a mí mismo si algo es correcto o no. Cosas que hasta cierto punto están en mis manos, si bien no para solucionar totalmente lo mal que se han hecho ciertas cosas, si por lo menos abonar un poco aunque sea, a eso que está pendiente.

En una entrevista de esas que le hacen a uno me preguntaron sobre mis cualidades, una de ellas dije que soy leal. Y sí, me considero leal, ya sea a mis amigos, a mi pareja, al lugar en que estoy, a mi trabajo… puedo decir que soy muy leal.

También me gusta ser justo, no me culpen de todo, acepto lo que me toca; no culpo de todo, solamente lo que es; no evado mi responsabilidad de algo sea bueno o malo, ¿lo hice? Tendré que dar la cara y afrontar las consecuencias. Qué lindo era cuando nuestros padres salían a responder por lo que hacíamos.

El problema, por lo menos para mí, es cuando siento que por tratar de hacer un poco nada más, lo que es justo, pudiera sentir que me fallo a mí mismo sintiendo que no fui leal; que por tomar una decisión pudiera sentirme que fallé en algo, sobre todo porque lo sabría desde antes de tomar la decisión y saber las posibles consecuencias, si las hay.

Por el otro lado está el saber que alguien más tiene razón en todo y que prácticamente no tendrías que analizarlo, las cosas son más que claras y no hay para donde hacerse así son las cosas y por mucho que esté ligado a la otra parte, no hay vuelta de hoja, ese a quien estoy ligado está mal tanto que yo haría lo mismo para solucionarlo.

Esa es la disyuntiva, que puedo decidir por una u otra pero podría sentir que me fallé sea cual sea. Como todo, lo más fácil sería no hacer nada. Pero no, al quedarme sin hacer nada inevitablemente, aunque dijera que no tome una decisión, caigo en una de las dos opciones, es decir, terminaría igual que si escogiera hacer algo, la diferencia es que diría que nunca fui yo el que decidió, así se dieron las cosas; pero no, eso sería solo como un consuelo para mí, para no sentir que fallé, sería un recurso barato, sacándole al bulto.

Buscando, no excusas, pero si los más posibles lados de la situación, pensé que, si, hay que ser leales, pero, no se puede ser leal solamente hacia un lado, también debe haber lo mismo hacia uno. Qué cómodo pedir lealtad y olvidarse que también del otro lado hay una persona que lo menos que espera es el mínimo de atención, eso sería como aplicar la de, venga para acá y para allá solamente lo que sea necesario, y tal vez en abonos.

En ocasiones he escuchado, por ejemplo cuándo hablan de fútbol y de equipos que no tienen para pagar a los jugadores (empleados), que aficionados les reclaman a los futbolistas que jueguen, que se entreguen, que pongan todo para sacar al equipo de donde está, que sean profesionales. Sí, los futbolistas (empleados) deben de ser profesionales, pero para exigir un jugador (empleado) profesional, también la directiva debe ser profesional y no orillar al deportista a que se distraiga en otras cosas que no sea hacer que el equipo marche bien. Sí, que se “pongan la camiseta”, pero vámonos poniendo la camiseta todos, la camiseta también del otro que no tendría que pasar algunas dificultades que no le corresponden.

Tomaré una decisión forzosamente, porque hasta no hacer nada y quedarme con los brazos cruzados será una decisión, aunque con esta es con la que menos cómodo me sentiría, pero la que tome será la correcta y me sentiré tranquilo conmigo mismo, que en este momento es lo que más me interesa.

viernes, 4 de abril de 2014

Tal vez un día

Esta ocasión le pareció más largo de lo normal el camino de regreso. Esa extraña sensación que sentía al ir de vuelta al departamento que no lograba explicar pero que le era ya familiar.

Al entrar al departamento sintió soledad una vez más. ¿Qué más podía sentir? Estaba sólo. Pasó una vez más al sanitario, luego que hacía más o menos una hora había estado ahí.

Al entrar en su cuarto y ver la cama en desorden, sintió nuevamente eso que no había dejado de sentir siempre desde la primera vez, eso que sentía cuando sabía que ahí habría de pasar la noche. Había tratado de hacerse a la idea de que era algo de lo más normal, se llegó a preguntar a sí mismo si otros hombres o mujeres, sentían o habían sentido alguna vez algo como lo que él hasta el día de hoy siente al ver su cama revuelta y pensar que tiene que acostarse a descansar en ella el resto de la noche. El solo hecho de pensar que debía acostarse encima de lo que él llamaba, restos de persona, en ocasiones le revolvía el estómago, tanto que en alguna ocasión prefirió dormir en el sofá de la sala.

Dio la vuelta y decidió sentarse en la sala. En el fondo sabía que no era nada más que para dar largas a acostarse en esa cama. Era eso o cambiar las sábanas y prefirió lo primero y se quedó sentado en uno de los sillones y en la oscuridad del departamento.

Ahí estaba, como desde hace tiempo, sólo, pero no solamente por la hora de la noche o porque hacía mucho que había decidido vivir sólo. Era algo más, como cuando una persona llega a una gran ciudad, con millones de habitantes, pero el recién llegado no conoce a nadie y lo que es peor, no habla el idioma y ni siquiera entiende lo que dicen los carteles. Así se sentía, como si todos pasaran en frente de él y nadie le dirigiera ni una mirada, como si no le interesara a nadie su presencia. Comenzó a dormitar y en sueños veía como un camino hacia atrás coincidía con la puerta del departamento, pero el día que entró por primera vez. El camino que veía le parecía muy largo antes de llegar en donde se encontraba sentado y en todo el trayecto no se veía nada ni nadie. Frente a él veía sombras en medio de la oscuridad, no podía distinguir con claridad los rostros de esas sombras que veía, pero sabía perfectamente a quien pertenecían. Ahí estaba todas y cada una de esas sombras que pertenecían a alguien de carne y hueso que en su momento pasaron por su vida en otras ocasiones y que también en más de una ocasión prefirió hacer tiempo en lugar de acostarse en una cama revuelta.

Poco a poco se va quedando totalmente dormido. Soñando mientras puede. Soñando con la esperanza de encontrar esa persona, la correcta.