jueves, 29 de enero de 2015

Reflexiones



Tanto esperar a que lleguen las vacaciones de fin de año y duran tan poco tiempo. Ya a punto de terminar el primer mes del nuevo año, que a estas alturas no parece tan nuevo. Que cosas, ya pasaron cuatro semanas, esto del año nuevo se parece a los éxitos musicales de estos tiempos, la mayoría si se escucharon hace dos semanas ya casi caen en el baúl de los recuerdos, si bien les va.

Ya pasaron más de cinco semanas en las que he tenido tiempo de pensar sobre lo que ha pasado, en donde estoy y lo que viene. Sé que lo más probable es que a nadie le importará lo que un tipo al que la gran mayoría no conoce, escribe o por lo que está pasando, y muy probablemente tendrán cosas más importantes que hacer que detenerse a leer las reflexiones trasnochadas de un servidor, pero a final de cuentas normalmente los que escribimos lo hacemos para nosotros mismos, así que aquí voy, “mimismo”.

En más de una ocasión me he puesto a pensar en lo que pude haber hecho mejor, no es algo con lo que me agobie, pero si lo he pensado mucho; si bien es cierto, habría muchas cosas que se podrían haber hecho de mejor manera, pero se hicieron así y es lo que queda, con sus consecuencias buenas o malas. Lo hecho, hecho está.

A menudo me hago la pregunta de ¿cómo estar en equilibrio en la vida? Creo que en el pasado encontré el equilibrio, no diré que el equilibrio perfecto, sería exagerar, pero si un equilibrio, ¿cómo decirlo? Mmm… bastante equilibrado (Sí, así con todo y la redundancia).

Las cosas funcionaban, avanzaban, había planes, había muchos momentos buenos, risas, fines de semana, semanas completas, vacaciones, complicidad, felicidad; todo esto muy padre. Pero había una parte que no cuadraba, algo que por donde se le viera no era correcto, que se necesitaba mejorar, por lo menos, de preferencia cambiarlo, eliminarlo.

No es aceptable que al haber algo muy bueno, deba haber un lado oscuro para equilibrar las cosas, nunca lo pensé de esa manera, pero puede haber quien si lo crea así, no conozco a nadie que así piense, pero sería un error.

Pero por difícil que pueda ser creerlo, funcionaban las cosas. Como el acumulador que guarda más y más cosas que no necesita y todos lo que vemos es un cuarto en donde no se distingue dónde comienza y dónde termina algo, pero el acumulador sabe dónde están las llaves. Para él su casa está en equilibrio, sabe perfectamente el lugar de cada cosa, mientras que en realidad es probable que muera aplastado por su propia acumulación.

Sería exagerado decir que alguien moriría en el equilibrio en que me encontraba, pero como con el acumulador, no era la manera correcta, había que hacer un cambio, alguien debía dar ese paso, hacer algo, de ser posible apoyándose.

He escuchado de alcohólicos que un buen día deciden dejar sus vicios; todo indicaría que como era lo que le pedían los que lo rodeaban, su relación sería felicidad, final feliz. En lugar de eso, termina, cada quien toma su camino, pero ¿por qué? ¿No se supone que el alcohólico por fin se dio cuenta de que estaba mal y de lo que debía corregir? ¿Por qué la persona que pedía el cambio se va ahora que se da lo que llegó a pedir?

Probablemente porque a pesar de que para todos, incluso para el que llegó a exigir un cambio, las cosas estaban mal, en lo íntimo había un equilibrio en su relación, equilibrio en lo negativo. Difícil de creer.

Entonces ¿no hay manera de que las cosas se corrijan y continuar juntos?

¿Sería mejor no haber hecho nada, con la lógica “si funciona no cambies nada”?

Me resisto a aceptar que no haya esperanza, que sea, o quedarse así en algo que a todas luces es dañino para todos los implicados o tratar de cambiar en el entendido de que se va a terminar en el proceso. No, debe haber más de dos sopas.

¿Y si no fuera solamente uno el que debe de dar el paso de comenzar a cambiar?

¿No es posible que si bien alguien comete un error, también alguien más lo pasa por alto o lo acepta una y otra vez?

Se dice que aquello que se critica de los demás, muy probablemente es lo que nosotros mismos hacemos. ¿Será acaso que al pedir que alguien corrija algo que nos está afectando, en el fondo no nos damos cuenta que también estamos pidiendo ayuda para nosotros mismos?

Es complicado encontrar equilibrio, para darnos cuenta que en ese equilibrio se es una persona que no se quiere ser, pero más difícil aun no darse o no querer darse cuenta de eso mismo.

Entonces ¿que esperar? Tal vez nada, solamente tratar de superar lo vivido, quedarse con todo lo bueno, aprender de los errores cometidos; a final de cuentas nada más se puede hacer lo que a cada uno le corresponde, no se puede obligar a nadie que haga algo que se supone que está bien o es lo correcto aunque esa misma persona haya aceptado hacerlo en otro momento, porque quizá lo aceptó orillada por el momento, pero después lo pensó mejor y ya ha encontrado su propio equilibrio o prefiere seguir en el supuesto equilibrio en el que ya se encontraba en lugar de hacer algo, de remover hasta donde sea necesario por temor a lo que pudiera salir o porque no tiene interés o hasta por comodidad, porque si se ve con detenimiento se requiere de trabajo, sacrificios, de esfuerzo y como muchas otras cosas, lo más sencillo es quedarse en dónde estamos y como estamos, eso no requiere de esfuerzo y mucho menos sacrificio alguno.

sábado, 24 de enero de 2015

Calvicie



Para muchos es traumático, pueden llegar hasta sentirse un tanto acomplejados; algunos hacen esfuerzos desesperados por ocultar su falta, sin querer darse cuenta que peinándose de lado con la raya tan cerca de la oreja nada más logran hacer más evidente su falta de pelo, después son ejemplo de eso que llaman, peinarse como queso Oaxaca. No critico, en mi familia no es raro que con el paso del tiempo empiece a escasear el cabello, tanto mis abuelos, mis tíos, así como mi padre, son parte del club que padece calvicie masculina, y por ser hereditaria las probabilidades de que yo la padezca son muy altas. Eso no tiene nada que ver con el que un día decidiera yo mismo raparme, podría decirse que fue un tanto por comodidad, quién sabe, tal vez si me dejara crecer algún día otra vez el pelo, resulte que donde había, ya no hay.


Dicen que es desesperante como cada vez que se peinan o al levantarse en la mañana, ven cabello en el peine o en la almohada y no ven que se reponga en la misma proporción. Pero ese proceso es lento, a veces desesperantemente lento, si al menos fuera de un día para otro, pero no, es algo que puede tomar diez o quince años o incluso más para llegar al punto en el que se es todo un pelón, a lo anterior habría que sumarle las preguntas de la gente, “¿se te cae el pelo?” o “¿no te falta un poco el pelo por aquí?”.


Como la calvicie, así podría decirse que igualmente desesperante es el proceso de olvidar a alguien que ya no está con nosotros, alguien que por su propia decisión se alejó, alguien a quien se tenía la esperanza de continuar juntos, de verlo y hablar de todo lo que sucede.

Como la caída del cabello, sería mejor, duro, pero mejor, si pudiera olvidarse de un día para el otro, como si en la noche al acostarse se hiciera tarde porque se estaba secando el pelo y en la mañana la sorpresa de que el cabello se ha ido.


Pero no, pasa un día y otro y otro y otro más y los recuerdos, los planes, las promesas, las reconciliaciones, las esperanzas, vienen una y otra vez y las ideas hechas sobre el por qué sucedieron las cosas, tratando de encontrar el punto exacto donde fallaron y que fue lo que se hizo mal.


Así como para algunos llega a ser doloroso ver como cada día se queda más pelo en la almohada o en la regadera, igual puede ser doloroso ver que aquella persona que estaba, ya no está más, a pesar de que unos días antes tal vez el futuro se veía muy distinto y se necesita más de un mes para hacerse a la idea, porque no es solamente cuestión de tiempo.


Igual que la calvicie, olvidar es algo que va poco a poco, pero caray, sería mucho más fácil hacerse a la idea de que la persona se va a quedar calva si conservara el cabello.

jueves, 22 de enero de 2015

Gabino




Nadie diría que era un ejemplo a seguir, ¿quién pondría de ejemplo a sus hijos a un teporocho? Tenía yo unos nueve años cuando lo conocí, de unos cincuenta años, tal vez menos, pero por la vida que llevaba no sería raro que aparentara más edad de la que tenía. Dicen que todos los pueblos tienen a su loco o a su propio borracho, pues esa colonia tenía a su borracho, al que todos conocían, todos lo llamaban Gabino, nunca supe si era su verdadero nombre, y era parte de aquel barrio, casi como la escuela o la iglesia a la que iba con mi madre.


No molestaba a nadie, lo más que llegaba a hacer era para pedir un cigarro, alguna vez mi padre le dio uno acompañado de algunas monedas, otras veces se ponía a bailar bajo la lluvia. Es curioso como de tantas personas que salían de misa, eran muchos los que evitaban pasar cerca de él o volteaban la cara si pasaba cerca o no ocultaban su disgusto por el olor que despedía, claro, no tenía regadera en el terreno en el que dormía. Pero me llamaba la atención que esas almas caritativas se comportaran así luego de que acababan de escuchar al padre decir que vieran a Cristo en su prójimo, en el enfermo, en el vicioso.


A pesar de que en más de una vez hablé con él nunca supe por qué comenzó a tomar, si tenía familia, hijos, esposa o si era de la ciudad o por cosas de la vida llegó a aquella colonia y simplemente decidió quedarse a vivir allí, simplemente sabía que nombrarlo a él era casi nombrar la colonia.


En alguna ocasión supe que más de un vecino pedía que lo corrieran, como los que opinan que deberían esconder a los indios o a los prietos, porque según ellos, dan mal aspecto, pero yo creo que no pudieron, porque seguía viviendo ahí, tal vez los venció en más de una ocasión ese que para muchos no era más que una carga para la sociedad.


Un día, cuando yo tenía unos catorce o quince años, no se le vio por la colonia, supe que lo encontraron acostado, enfermo, tapado con las mismas cobijas mugrosas que siempre usaba, unos cuantos días internado y su cuerpo no pudo más, murió para tranquilidad de algunos, ya no verían más al teporocho barbón y sucio, caminar por enfrente de sus casas. Ya podían descansar, nadie les pediría un cigarro. Ya podrían asistir a misa a escuchar el sermón en el que les decían que vieran a Cristo incluso en el pordiosero o en el borracho. Ya no tendrían que verlo en vivo, mejor buscarían ver a Cristo por televisión. Ya sus inmaculados olfatos no sufrirían ninguna molestia por respirar al paso de aquel borracho. Ya sus hijos los únicos malos ejemplos que verían serían los que sus propios padres les daban. Ya podrían cooperar para las misiones en África, allá es donde cooperan los famosos, al menos por un momento se sentirían que formaban parte de ese grupo, porque siendo sinceros, darle de comer al borracho de la colonia, como que no da caché.


Pronto lo olvidarían, ¿quién podría recordarlo? ¿Qué hizo para ser recordado? Probablemente tengan razón, tal vez no, quien sabe, lo que yo recuerdo es a aquel hombre de barba canosa riendo y bailando bajo la lluvia, como agradeciendo a Dios por ella.