Joaquín Sabina
Como casi todos los años, tomé vacaciones y aproveché para
visitar a mis padres unos días en el fin de año. Podría decir que el tiempo ha
pasado muy rápido, el caso es que ya hace más de diez años que me mudé de ciudad
y dejé el lugar donde nací y crecí.
Muchas veces que hacía lo mismo, salía a caminar aunque pudiera
tomar un taxi o un camión, en lugar de eso, caminaba por los lugares que tantas
veces pasé de niño o adolescente. No sabía por qué, simplemente daba esas
caminatas, a veces largas, como si quisiera encontrar al Víctor de 15 años que
apretaba el paso para no llegar tan tarde a su casa.
En esta ocasión, tal vez por el clima, las caminatas fueron
menos, tal vez por eso ahora no fueron lugares sino gente lo que más vi;
personas que muchas las conocí desde que era niño. Algunos amigos, otros
solamente conocidos, otros más que simplemente sabía quiénes eran y que en
ocasiones ni su nombre sé, el caso es que al principio pensaba, “cómo ha pasado
el tiempo”, como si en mí no pasara, después viéndolo más detenidamente me fui
dando cuenta de otras cosas.
Hay personas a las que estimo mucho, pero no por eso dejo de
ver lo que me parece que está equivocado o al menos no tan bien, después de
todo si algo está bien para alguien, precisamente, es bueno para esa persona,
no tiene que serlo para nadie más, cada quien tenemos que encontrar lo que está
bien para cada uno, nuestra propia forma de vivir.
Había personas a las que tenía años de no ver, algunas porque
nos perdimos el rastro, otros no recordaba ni por qué. De estas últimas, casi como
si fuera a propósito aproveché para platicar un poco, solamente para comprobar
o recordar el por qué me daba exactamente lo mismo tener o no contacto con aquella
persona.

No hay comentarios:
Publicar un comentario