martes, 2 de diciembre de 2014

Temporada de exámenes

Puedo decir que de todo el tiempo que fui a la escuela, no solamente aprendí matemática, gramática, historia, etc. Podría decir que principalmente en la facultad, en mis tiempos de estudihambre, aprendí mucho más que lo técnico. Aquellos calendarios que nos daban desde el inicio del semestre en los que con color distinto se resaltaban las fechas de exámenes, eran casi fatídicas, casi hacíamos lo posible por ignorarlas, como si de esa forma retrasáramos su llegada.

Las cosas suenan bastante sencillas; cada día se le da un repaso a lo visto en clase, se hacen algunos ejercicios y así sucesivamente, al llegarse los exámenes no deberíamos tener problemas. Pero claro, lo acostumbrado era que ya con los exámenes encima nos poníamos a tratar de entender todo lo visto en lo que iba del curso y si eran finales, lo de todo el semestre. Los peores querían entenderlo un día antes. No hay que ser un genio para saber qué posibilidades tenían de pasar los que agarraban el libro un día antes del examen, muy pocas.

Sin querer me he ido dando cuenta que eso del día a día, tomando su tiempo, sin prisas, tiene otras aplicaciones que poco o nada tienen que ver con los estudios.

Todos tenemos problemas, en eso todos somos iguales, pero muchas veces sabemos las posibles soluciones que podemos aplicar para salir adelante, tomando nuestro tiempo, día a día, sin prisas, tranquilamente. Pero en lugar de eso dejamos pasar el tiempo y se van acumulando días, semanas, meses, años sin hacer nada, viviendo con los problemas, como si no quisiéramos dejarlos ir, como si les hubiéramos tomado tanto cariño a las dificultades que ya fueran parte nuestra. Tal vez como si nos hubiéramos ya acostumbrado a vivir con eso o lo que es peor, como si tuviéramos miedo a lo que pudiéramos encontrar sin aquello que nos incomoda.

Suena tonto, pero es cierto. Cualquiera pensaría que es cosa nada más de quitarse lo malo, hacer algo y ya, pero es más común de lo que se piensa que se le den largas a hacer algo distinto, se piensa que el día que se necesite entonces se hará algo. Es ahí cuando me hace recordar el calendario escolar de la facultad, ¿por qué esperar hasta que ya no quede de otra para cambiar o buscar ayuda o hacer las cosas distinto? Las cosas necesitan su tiempo, habrá que hacer cambios en el camino, cambios que si se está contra el tiempo el margen de error es casi nulo.

No se puede obligar a nadie a hacer las cosas que consideramos correctas, lo correcto solamente lo podemos hacer nosotros mismos, cada uno somos responsables de lo bien hecho así como de los errores que lleguemos a cometer, podrá ser frustrante ver como alguien le da largas a tomar una decisión y quitarse por fin eso que esa misma persona acepta que está mal, pero será su decisión el día que lo haga, si lo llega a hacer, pero como me decían mis maestros de la facultad, para que esperar a que el tiempo nos alcance, siendo tan fácil ir haciéndolo poco a poco, después de todo no tenemos el tiempo asegurado.

Lástima que en los problemas que llegamos a enfrentarnos día a día y que podemos llegar a necesitar quitarnos de encima, no existan formularios o podamos sacar un acordeón.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Respeto

Mucho se dice que el respeto se gana. Cierto, no importa quien sea, el respeto no es algo que venga ya incluido con la persona. Puede ser que por la posición que se ocupa se deba cierto respeto, pero es precisamente eso, la posición la que representa dicho respeto, no la persona, a la persona se va ganando el respeto o no.

Para mí, los padres por ser lo que son, merecen respeto, pero me he dado cuenta que no, no por haberlo vivido en lo personal, sino por lo que he visto. Si un padre no se comporta como tal, ¿cómo han de tenerle respeto los hijos si se ha comportado como todo menos como un padre?

El jefe o la cabeza de una organización se le debe respeto por ser quién es, pero él mismo ha de ir ganándose el respeto de los empleados con sus acciones, de otra manera el respeto que de manera natural representa su posición, lo irá perdiendo como dirigente.

Hay quien opina que me tardo en darme cuenta de ciertas cosas, es probable. No acostumbro a sacar conclusiones apresuradas, a veces puede ser que abuse en dar segundas oportunidades.

Recientemente alguien que tengo bastante tiempo de conocer me hizo darme cuenta de lo anterior. No había caído en la cuenta que con el paso del tiempo, con las actitudes, decisiones, respuestas, forma de conducir, hasta cierta falta de interés, había ido perdiendo mi respeto.

No creo que esa persona esté preocupada por mi opinión hacia él, a final de cuentas si la persona quiere vivir en la mediocridad por su propia elección, es eso, su elección; puede hacer con sus cosas lo que se le pegue la gana. Todos tenemos esa libertad.

También es cierto que la persona que está al frente de algo, lo que sea, está expuesta a las críticas por la naturaleza misma de esa posición, claro, al estar al frente las fallas las vemos todos, todos tenemos una forma mejor de hacer las cosas, sino es que quisiéramos estar en su lugar.

En esta ocasión no fue una simple crítica, perdió el poco respeto que le tenía. Hasta ahora me di cuenta que el respeto que le tenía era ya muy poco, ahora nada. La en que se encuentra la ocupa porque así son las cosas, no necesariamente porque se la haya ido ganando.

Sea cual sea el sentido que haya usado al dirigirse hacia mí, es ya lo de menos para mí, si fue a sabiendas pero queriendo dar a entender que no sabía bien de que se le hablaba fingiendo demencia, es una tontería. Si de verdad estaba tan desconectado y no entendía de lo que le estaba hablando, peor.

Estoy seguro que mi opinión le tendrá sin cuidado, puede hacer lo que quiera con sus cosas y es algo que no me interesa, pero me hace peguntarme, en caso de fingir, ¿qué tanto es probable que finja demencia o lo haya hecho ya para otras cosas que me importen más? y ¿vale la pena dedicar recursos cuando el más interesado (se supone) ni siquiera parece estar interesado?

No lo vale. Mucho se dice que hay que ser profesional, pero ambas partes deben ser profesionales, no solamente una, para exigir hay que serlo también.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Tal vez

En más de una ocasión he sabido de personas que dentro de su relación de pareja, tienen un comportamiento que cualquiera se preguntaría “¿por qué sigue ahí?”.

Lo más normal sería que aquel que tiene un comportamiento malo en la relación en un momento dado tome la decisión de hacer algo para dejar de hacer eso que daña la relación.

Si las cosas sucedieran de la manera ideal, el que por fin tomó la decisión de arreglar las cosas y corregir su conducta, con el paso del tiempo cambia y la relación continua feliz sin problemas.

Un hombre es alcohólico, al menos cada semana se emborracha, al llegar a su casa su esposa le reclama, se insultan, pelean, se atacan… y así cada semana por lo menos. Después, cada semana al menos, hablan de los problemas que tienen, que él tiene que cambiar, que no se puede seguir así. Un día él toma la decisión y con el tiempo supera su problema. Todo diría que vivieron felices el resto de su vida.

Irónicamente, no sería poco probable que las peleas se volvieran a dar, tal vez igual que antes, al menos una vez por semana, o más. Pero, ¿por qué? ¿No se supone que, dejando de lado que problemas siempre los habrá, las cosas deberían conducirse de manera distinta, al menos más pacíficamente si es que el problema principal ya no está presente? También es irónico que al pasar el tiempo la pareja se termine separando.

Cualquiera diría que estaban mejor antes. Pero, tal vez había algo más de fondo, algo de lo que ninguno de los dos se daba cuenta.

Viendo cómo funcionaban las cosas, es difícil pensar que alguien ganaba algo cuando discutían cada semana, al menos, porque él llegaba borracho. ¿Es posible que alguno ganara algo con esa conducta? ¿No es ella la víctima de todo esto? ¿Entonces por qué ahora terminaron definitivamente?

Tal vez, sólo tal vez, ella sí ganaba algo sin darse cuenta e inconscientemente ahora que no lo recibe lo reclama.

Tal vez, sólo tal vez, luego de llegar borracho, discutir, insultarse, atacarse; al día siguiente él le ofrecía disculpas, la trataba amablemente, más de lo normal, le llevaba flores y en ocasiones algún regalo como forma de arrepentimiento.

Tal vez, sólo tal vez, ahora que no recibe esas atenciones tiene esa necesidad y su reacción es reclamar por la más mínima razón.

Tal vez antes, inconscientemente ella relacionaba la conducta de él con fuerza, presencia, hombría, tal vez inconscientemente ella se enamoró de él también por esa forma de ser, tal vez era parte del paquete completo.

No hay que ser un genio para darse cuenta que la relación, como estaba no era sana, pero entonces ¿por qué ella se sentía infeliz si ya no era como era él antes? ¿Le gusta la mala vida? ¿Habría sido mejor no haber hecho nada y así de esa manera seguirían juntos, con los problemas de siempre, pero juntos? ¿Para qué arreglar las cosas si eso va a traer otros problemas? ¿Estaban mejor como estaban? ¿Es mejor cerrar los ojos a los problemas y dejar que las cosas sigan su curso, a final de cuentas a todo se acostumbra uno?

Tal vez, sólo tal vez solamente se hizo la mitad del trabajo, tal vez la relación estaba tan lastimada que sí, hacía falta un cambio, pero no solamente de uno sino en cierto grado de ambos, uno por ser el ejecutor de algo que sucedía cada semana, al menos, y otro por ser víctima de eso mismo.

En todo hay dos partes, el que hace y el que permite y no por hacer es el único que debe cambiar, es labor de dos superar lo dañado de la relación, es un camino largo, pero de dos.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Suposiciones

Todos llegamos a caer en algo parecido al condicionamiento, hacemos algo bien y aunque sea muy en nuestro interior esperamos la palmada en la espalda de aprobación como reconocimiento al buen trabajo hecho.

En todo prácticamente funcionamos así, en la escuela, el trabajo, con nuestros padres, en pareja. Es parte de nuestro comportamiento, podría decirse que hasta es una necesidad, eso probablemente los especialistas en comportamiento humano lo podrían explicar mejor, lo que es cierto es que de no darse se cae en una desmotivación (¿será la palabra correcta?.

Así también en otras áreas o situaciones estamos condicionados. ¿Cuántas veces no se presenta una situación que nos trae a la mente otra y así sucesivamente, como si fuera una lista de pasos que se van cumpliendo en forma más o menos consecutivos?

Podría decirse que nos hemos acostumbrado o nos han acostumbrado a que al presentarse el paso A, inevitablemente sigue el paso B y así hasta que se cumplen uno a uno los pasos para terminar con un ciclo.

Pero, ¿se puede culpar a alguien si luego de tanto tiempo de experiencia de ver todos y cada uno de los pasos que se van dando, quiera evitar pasar una vez más por el resto de los pasos que se irán dando?

¿Eso es suponer o simplemente es que se han tenido tantas ocasiones ya para comprobar que después del 1 sigue el 2?

¿Puede acusarse de hacer suposiciones en base a nada por salirse de esa dinámica o será que suponer que en esta ocasión las cosas serán distintas es más un deseo que tener bases para esperarlo?

¿Qué haría pensar que en esta ocasión las cosas serán todo lo contrario a lo que la experiencia y el tiempo se han encargado de demostrar una y otra vez la manera en que se van desarrollando situaciones similares?

¿Qué tanto es tratar de justificar, esperar que ahora las cosas no serán igual que en el pasado, a veces muy reciente? ¿Qué tanto son solamente buenos deseos?

¿Por qué esperar resultados distintos si las cosas se hacen igual una y otra vez?

Si las cosas no son como aparentan, ¿por qué no aclararlo lo antes posible y no dejar que pasen horas y horas y con las horas, días, semanas…?

¿Por qué dejar las cosas a la interpretación cuando es tan fácil dejarlas bien claras?

Estas y otras preguntas me gustaría contestarlas, no suponerlas, sino encontrarles una respuesta.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Cuestión de opinión


¿Cuán importante es la opinión que los demás tengan de nosotros? Creo que todo depende de nosotros mismos, es decir, a fin de cuentas nosotros mismos somos los que le damos mucha o poca importancia a la opinión de los demás sobre nosotros mismos.

Los hay que gritan como queriendo convencer a todos (tal vez quieren convencerse a sí mismos) que no les importa la opinión del resto de la gente que los rodea. Otros al contrario, quisieran poder quedar bien con todos para que todos tengan una linda opinión de ellos.

Al final, como todo, los extremos son una cosa engañosa, ni los que presumen y proclaman sin que se les pregunte que les vale madre la opinión del resto de la humanidad y a veces hasta parece que con ese pretexto van por ahí cayendo en excesos; ni los que hacen todo por tener la aprobación de todos con quienes tienen contacto, cosa imposible, son ejemplos para tomar tal cual, otra vez, como todo hay que buscar el equilibrio, el justo medio.

Porque en un mismo día se puede pasar de ser alguien con quien se hacen planes para las próximas vacaciones y más tarde no desear terminar las actuales juntos o pueden opinar que se es una persona inteligente y días después en otra reunión opinar todo lo contrario o incluso que se es pretencioso, presumido y que se siente superior al resto.

Si permitiéramos que todas las opiniones que escuchamos nos afectaran, se estaría yendo de un lado al otro, desgastándonos en averiguar que hicimos mal para que digan tal o cual cosa de nosotros en lugar de, primero, tomar las cosas de quien vienen; segundo, tomar en cuenta el momento o el estado de ánimo de quién hace los comentarios y tercero, algo anda mal si algo bueno se dice y después todo lo contrario.

A final de cuentas, es probable que ni se es tan bueno como lo dicen los halagos, ni tan estúpido como lo suponen las críticas.

jueves, 30 de octubre de 2014

Recuerdos

El recuerdo más antiguo que tengo en lo personal, es cuando tenía unos tres años, estaba en mi casa con mi mamá, en una tarde de verano. Viéndolo detenidamente creo que a esa edad ya le hacía bromas a mi mamá porque la recuerdo riendo con una cara muy parecida al día que me compré una camiseta con una leyenda medio en broma y diciéndome: -¡Ay hijo! Tu siempre con tus sangronadas.

Si le doy una mirada desde entonces hay recuerdos de todo tipo, travesuras, peleas con mi hermano, fines de semana con mis padres, la semana que estuve internado en el hospital, la semana siguiente sin poder hablar porque me operaron de las anginas y comiendo nieve hasta que me harté (pero no la odié, al contrario), mi papá joven y fuerte cargándome a mí o a mi hermano… La mayoría son buenos recuerdos. Los hay también no tan agradables, pero no me quedo estancado en esos, los tengo algo presente para no repetir los mismos errores, pero no son algo que tenga ahí presente a cada momento. Tal vez en el fondo he tenido una buena vida, al menos tranquila.

Creo que si lo que viene a mi mente cuando echo un vistazo hacia atrás son buenos momentos, es una buena señal. Claro como todo, hay altas y bajas, nada ni nadie está siempre arriba, es obvio, pero como todo también, al final es un promedio, entonces de ahí puedo sacar que no he tenido una vida tan mala.

Eso es en el total de la vida, por así decirlo, también hay pequeñas partes que he ido pasando. La Facultad, con todo lo complicado que fue, las desveladas, exámenes; la primer borrachera.

Las personas son cosa aparte. Siguiendo la misma lógica dependiendo el recuerdo que tenga o lo primero que venga a la mente, podría ser indicativo de lo que fue en general la experiencia. Sí, hay algunas personas que son para el olvido, que podría decir que no dejaron nada; pero viéndolo bien, hasta de esas personas podría aprender algo.

Si lo primero que me viene al recordar a alguien es esa persona sonriente, compartiendo algo y el recuerdo me trae paz, me parece lindo, podría decir que la etapa que pasé con esa persona, fue en general bueno o mejor. Al principio me sentía confundido con esto, pero me parece que sí, las cosas con alguien tiene también altas y bajas, ojalá siempre pudieran estar arriba, pero al final el balance es más que positivo si lo primero que recuerdo es algo como eso.

Los errores cometidos, los hubo, también los recuerdo pero no de una manera de estarme reclamando cada vez que los recuerde, no, sino para no repetirlos, tal vez esa sea indicación de perdonarse a sí mismo.

Cosas vendrán, personas nuevas se conocerán, es parte de la vida, espero que mis recuerdos me traigan paz cada vez que vengan a visitarme sus imágenes. Haré todo lo que esté de mi parte para que así sea.

martes, 28 de octubre de 2014

¿Elegir?

En alguna ocasión platicando con una compañera de trabajo me contaba por qué se divorció, me decía que el exmarido de repente se iba con los amigos por varios días y ni para el gasto le dejaba, hasta que ella se cansó.

Viéndolo bien, cosas como esa son más comunes de lo que yo pensaba. Hay hombres que dan todo por los amigos, son los mejores camaradas; si alguien los acaba de conocer los amigos dan las mejores referencias, hacen los mejores comentarios de él. Pero por otro lado son todo lo contrario.

En otra ocasión escuché sin quererlo cómo en una reunión en una mesa cercana de un bar, una mujer se paraba y se iba del lugar dejando a su pareja con los acompañantes. Los amigos le decían que la dejara, que eso necesitaba, que no le hablara, que ahí al día siguiente ella lo buscaría y cosas por el estilo. Y el hombre terminó haciendo caso, al menos por el momento, porque después coincidimos en el sanitario y vi cómo trataba de hablar por teléfono, supongo que a la chica que se había ido porque echó unas cuantas mentadas porque no le contestaron, pero eso sí, salió al bar sonriente a seguirla con los amigos.

A opinión de los que dan tan soberanos consejos, es porque quieren a su amigo, se preocupan por él. Pero, me pregunto, ¿no alcanzan a distinguir lo que es pensar en el bien de su amigo y meterse en una relación? Y más, quien recibe tan “cariñosos” consejos ¿no alcanza a distinguir la diferencia entre los amigos entrometidos, tal vez con buenas intenciones, pero entrometidos al fin y su relación de pareja?

¿Por qué complicarse la vida y pensar que tienen que escoger amistades o relación si no hay necesidad de ello y perfectamente se le pude dar su lugar a los amigos y a la relación?

No es raro que cuando las cosas son al revés aquel o aquellos que recomendaban no contactar a la persona, no hacen lo que aconsejaban a ese amigo por el que tanto se decían preocuparse, ellos si lo hacen o son capaces de dejar la reunión porque deben ir con su pareja olvidándose por el momento de sus amigos.

Mal el que dice, entrometiéndose en algo que es de dos y peor el que obedece y no tiene los pantalones para poner un límite a las cosas. Amigos, sí, pero hasta aquí porque estoy con mi pareja.

Lamentablemente las cosas suceden en ambos lados, también del lado de las mujeres pueden sentirse erróneamente en la situación de tener que escoger o amistades o relación. No es de extrañar que el consenso sea que es lo mejor para ella, al final puede darse el caso que se mide distinto, pero en el fondo es exactamente lo mismo, entrar en algo que solamente es de dos y permitir que existan invitados en ese algo y no alcanzar a entender cómo hacer para conjugar ambas cosas siendo que las dos son necesarias, pero no tiene que escogerse una y rechazar la otra.

Pero como algunas otras cosas, se mide distinto equivocadamente dependiendo de quién sea el que lo haga, aunque los resultados sean exactamente los mismos.

domingo, 26 de octubre de 2014

Así es la vida

Siempre había tenido la duda de ese comportamiento que tienen los animales, ese del que se aprovechan aquellos que educan o enseñan a las mascotas. Condicionamiento es el nombre.

Pero ¿Qué significa eso? Para eso está el tumbaburros y ahí estoy buscando el significado y por fin supe lo que es. Se dice que si dos cosas suceden, al aparecer una trae a la mente la otra.

Así que si el animal al hacer algo recibe una recompensa, la próxima vez que lo haga esperará su premio o por ahí va la cosa.

No entreno mascotas ni nada que se le parezca pero eso me llevó a pensar que no solo los perros funcionan de esa forma. Si un niño hace un berrinche porque no le compran algo y él se tira al suelo, patalea, llora y su mamá para que se tranquilice le compra de mala gana lo que el niño pide; la próxima vez que salgan no será raro que si no le compran a la primera lo que pide, vuelva a hacer su espectáculo y a volver a empezar.

¿Hasta cuándo? Hasta que una de las partes se decida a hacer algo distinto. Dudo mucho que el niño sea el que se decida a dejar de hacer berrinches.

Sin darnos cuenta al hacernos adultos podemos comportarnos de manera condicional, ya sea en la escuela, con los hermanos, en el trabajo o en la pareja. Lo hacemos para obtener lo que queremos, necesitamos, para relajar una situación o para sacarle la vuelta a uno de esos momentos que pueden ser necesarios pero que requieren de una solución ya no tan sencilla, sino más de fondo y tal vez dolorosa o incómoda.

Muchas veces se dan regalos para no discutir, aunque sabemos que es una solución momentánea, o se hace uso de otros “recursos” para contentarnos, en lugar de tomar soluciones radicales.

El sexo es un recurso muy eficaz, se puede aprovechar el cariño que existe entre los dos para que las cosas se “arreglen” y suelen arreglarse, pero como cuando en una casa que tiene goteras le pueden poner desde chicle y probablemente deje de gotear un momento, pero el hoyo sigue ahí, volverá a gotear más temprano que tarde. Igual en el ejemplo anterior, luego del sexo, todo es lindo, se platica de planes, se termina bien el día, pero en el fondo, los problemas siguen ahí, no se han resuelto. Es un círculo bien definido.

¿Hasta cuando pueden “arreglarse” así las cosas? Hasta que uno de los dos se decida a salirse del círculo en el que se cae. Lo ideal sería que los dos quisieran deshacer ese círculo, pero las cosas de manera ideal rara vez suceden, de ser así, perfecto, ambos están en el mismo canal al mismo tiempo.

Como lo más seguro es que primero sea uno el que se quiere salir del círculo, ¿qué pasa ahora que el recurso que se usaba inconscientemente no tiene el mismo efecto? El que lo usaba se queda de momento sin recursos.

El primer paso es el más complicado, por mucho amor que haya, si las cosas no llevan a nada, no se tiene que terminar, pero sí hacer algo distinto, lo que sea necesario. Así son las cosas.

lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Verdades?... Y una felicitación tardía

Hay frases que son usadas en exceso, no pierden su significado, ahí está, pero de tanto usarlas o escucharlas ya no reflexionamos cuando nos las dicen y a veces parece que las decimos sin ton ni son; hasta que por alguna razón estamos instalados en la situación en que esa o esas frases se acomodan de manera justa y puede que entonces entendemos todo el contenido de la misma.

De las frases que se abusa, una podría ser “decirle sus verdades” a alguien. A veces se usa cuando lo que se hace es solamente soltarse la lengua y hacer comentarios en ocasiones hirientes o tratando de desquitarse de algo.

Me parece odiosa la dichosa frase y andar presumiendo “que se dicen sus verdades, y en su cara”, por lo menos yo, quien soy para hacerlo.

Cosa distinta es lo que dije a alguien cercano en una ocasión, luego que hizo algo que casi cualquiera habría pensado que no era la mejor manera de hacerlo. ¿Para qué hacer las cosas de la manera peor posible? No voy a ver a esa persona de otra manera, no caerá de mi gracia, es alguien muy cercano, pero tampoco quisiera que se pusiera en el lugar de otros que veo que hacen algo igual, sé cómo se ven cuando lo hacen y no quiero que se vea así.

Tampoco quiero que opinen lo que he escuchado que dicen de esas personas cuando hacen algo parecido, incluso yo mismo he tenido una opinión no tan buena de ellas, por lo mismo, no quisiera que tuvieran esa opinión de los que yo aprecio.

No tanto “decir verdades”, pero sí hacer notar lo que no está bien, después de todo, ¿para qué son los amigos? no nada más para la diversión, también para hacernos ver nuestros errores, esa sería una forma de apoyo para ser aunque sea un poco mejores.

¿Doloroso? ¿Incómodo? Puede ser, sabemos que tenemos defectos, que cometemos errores, pero siempre que hacemos o decimos algo, suponemos que es lo correcto o que tenemos la razón; una cosa es saber que podemos cometer errores y otra que nos los hagan ver.

Al final sería bueno dejar de lado lo incómodo del momento o las formas que por el momento en que se dieron o por cómo se dieron, para dejar lo más importante, sin sentir que los comentarios hechos fueron ataques personales.


Aniversario

Inició un año más en lo personal, mi año nuevo. Deseos, sueños, planes; pero también momento de reflexión de lo hecho. Muchas personas han pasado por mi vida y he pasado por la vida de otros tantos, espero haber dejado algo, por pequeño que sea, en aquellos que he conocido; mucho se ha quedado en mi de toda esas personas que he tenido la oportunidad de conocer. Muchos han pasado por tiempo limitado, pocos por largo tiempo. Algunos pocos se han quedado, otros se han ido, de estos no tengo más que agradecerles lo mucho o poco que me dejaron. Al final sigo siendo el mismo, cambiado un poco en mi aspecto, pero el mismo en el fondo, con presente pero más futuro, solamente un muy buen ejemplar de la Generación X.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Amor

Hace poco llegando al departamento, al abrir la puerta del edificio, no pude evitar ver a menos de media cuadra una pareja de novios, muy románticos ellos, abrazados besándose. No llegaban a los excesos en que algunas parejas llegan a caer, que sin importarles que están en la vía pública más que romanticismo, es vulgar ya lo que hacen, digo, al menos váyanse a lo oscurito si no a un hotel. Recuerdo cómo en mis tiempos de estudihambre, en una ocasión que muy temprano iba en el camión a la escuela, casi hasta atrás del mismo, una pareja iba de lo más acaramelada, él dándole besos en la mejilla y acariciándole el cuello y ella con los ojos cerrados casi en éxtasis, sin importarles que el camión iba lleno ni las miradas de los curiosos.

No es raro que casi en cualquier ciudad vemos cómo va creciendo más y más, yo mismo lo veo en la ciudad, pequeña y todo (o no tanto), en los diez años que tengo de haber llegado, por la razón que me den, pero somos bastante más que cuando me mudé aquí. Al pasar por las escuelas veo montones de niños, muchos de ellos no nacían aun cuando llegué al pueblo.

Con el gusto que toda la vida he tenido por esos programas que para algunos pueden ser aburridos o por los que mi novia me decía que soy un ñoño, recuerdo haber visto uno cuando estaba en la primaria, en el que decían que estábamos cerca de ser 5000 millones de habitantes en el mundo, le ponían fecha para llegar a esa cifra (¿cuál fecha? No recuerdo tanto así), el caso es que ya somos más de 7000 millones. Por ese tiempo en México éramos más de 60 millones, ahora somos algo así como 112 millones.

Tanto número podría atarantar a cualquiera, otros podrán ponerse profundos y querer hacer comentarios pseudofilosóficos o sacar sus propias conclusiones. Yo creo que la explicación puede ser más más sencilla de lo que se cree. En el mundo y especialmente en México debemos de tener muy presente el amor en la vida diaria, porque en relativamente poco tiempo casi se llegó al doble de la población, poco o muy románticos, pero amorosos, creo que mucho.

En una ocasión platicando con una mujer, ella sostenía con todas sus fuerzas que todos los hombre no servían, que ninguno valía la pena, que ninguno servía ni como persona, ni como pareja ni como nada, sobra decir que le había ido mal en su relación. Llegó el punto en que me hartó escuchar como despotricaba contra mi género y que generalizaba a pesar de lo que yo le decía y entonces le pregunté

-¿Eres mamá, verdad?
–Si
-Tienes un niño ¿verdad?
-Si
-Bueno, tienes un hijo, es hombre, entonces ya sabemos cómo será cuando crezca, será una persona que no vale la pena, alguien que no va a servir ni como hombre, ni como pareja, es más, no servirá ni siquiera como persona. Tu lo dijiste, ningún hombre vale la pena, sin excepción
-No, él va a ser diferente, porque yo le inculco valores y…
-Pero tú misma lo dijiste
-No, él no… bla, bla, bla…

Habrá quien diga que mucha de esa explosión demográfica sea solamente por instinto, que mucha de esa gente se dejó llevar por sus deseos carnales; generalizando. Puede que tengan en parte razón, pero no del todo, no se puede decir que todo sea solo por haberse dejado llevar por el deseo. En lo personal prefiero pensar que buena parte del aumento de la población, tanto en el País como en el mundo, ha sido porque el amor está presente en la vida diaria.


Una hora después

Por ahí de una hora después de haber llegado, salgo del departamento y veo que más o menos a media cuadra sigue la parejita que vi cuando llegué, pero ahora veo que ella tiene un abultado abdomen a punto de reventar, fácilmente de ocho meses. No pude evitar pensar que, tal vez sus encuentros son así y frecuentes y quien sabe, a lo mejor luego de tanto en una de esas pegó el chicle.

martes, 19 de agosto de 2014

Preguntas

¿Por qué a veces cuesta tanto decir lo que se siente?

¿Por qué decir lo que se siente se llega a pensar que es señal de debilidad?

¿Cuánto tiempo hace falta para perdonar los errores cometidos?

¿No es cierto que al decir que se ha perdonado, se renuncia al mismo tiempo a restregar en el futuro esas mismas faltas supuestamente ya perdonadas?

¿Qué tanto se es culpable por creer lo que alguien dice?

¿Cómo saber diferenciar cuando se trata de decir algo distinto a lo que se escucha?

¿Cómo diferenciar cuando todas las señales son las mismas a otras ocasiones, ahora resulta que no significa que el resultado será el de aquellas veces, sino que significan todo lo contrario?

¿Por qué cuesta tanto decir las cosas que se sienten?

¿Por qué puede más el orgullo que los sentimientos?

¿Por qué llegar a usar el conocimiento de alguien que nos ha tenido la confianza, en su contra?

¿Por qué nos dejamos llevar por el enojo y tratamos de verdad lastimar a esa misma persona por quien dijimos dar todo y aún lo haríamos una vez que dejamos pasar el enojo?

¿En qué momento nos acostumbramos a las peleas por la menor razón imaginable, al grado que inconscientemente se siente que es algo que debería suceder?

¿Quién puede ayudar a diferenciar entre orgullo y dignidad?

¿Por qué se sabe que algo que decimos lastima a alguien y en ese momento de enojo se sostiene convencidos de que es lo que se siente?

¿Por qué cuesta tanto pensar algo antes de decirlo, no midiendo las consecuencias?

¿Por qué cuesta tanto pedir perdón?

¿Por qué dar por hecho las cosas y no decirlas?

¿Por qué confundir en aceptar un error y “dar el brazo a torcer” siendo que son cosas distintas?

¿Por qué pensar que aceptar un error es signo de debilidad?

¿Por qué en ocasiones cuestan tanto las cosas más básicas?

¿Por qué llegar a pensar que se tiene que escoger entre amistad y una relación como si no fuera posible quedarse con ambas?

¿Por qué si ya se sufrió por algo se hace exactamente eso mismo a alguien más?

¿Por qué hacer hasta lo imposible para dejar el papel de víctima y en lugar de eso hacer algo aún más fuerte para que ahora la víctima sea nuestro victimario?

¿Por qué al menos por un momento sentirse satisfechos por lo anterior?

¿Hasta cuándo entender que no el que levanta más la voz es el más fuerte?

¿Por qué tener un orgullo tan mal entendido al grado de creer que nuestra forma de actuar, arreglar los problemas, tratar, etc. es la única posible?

Ojalá pueda contestarme en algún momento estas y otras preguntas que tengo.

sábado, 9 de agosto de 2014

Decidí comprarme un arma

Hoy por ti, mañana por mí. ¿Para cuándo son los amigos? Vamos a sacar esto, después lo platicamos.

Frases y más frases que inconscientemente las usamos ya casi como una costumbre y las vamos desgastando y no les damos el total valor que en realidad encierran.

Todos tenemos en algún momento situaciones que se nos complica resolver solos y necesitamos ayuda de alguien más. Pero todo es recíproco, de alguna manera lo correcto es corresponder al apoyo recibido. En algunas ocasiones tenemos que devolver la ayuda, ya sea si fue en especie o en efectivo.

Debo no niego. Muy bien, lleguemos a un acuerdo. Todos tenemos una mala racha. Unas malas rachas. Hablando podemos llegar a entendernos.

Inconscientemente decimos cosas que no deberían usarse de la manera incorrecta. Nos dejarnos llevar por el momento, la ira, el calor de la discusión. La buena intención se borra. El agradecimiento que se llegó a tener se convierte en todo lo contrario. De la urgencia para corresponder al apoyo recibido, se vuelve en urgencia para quitarse algo de encima, una carga que se ha vuelto la ayuda recibida. ¿Cuál es la necesidad de hacer cuestionarse si era mejor no haber aceptado la ayuda? ¿Por qué no pensar bien las cosas antes de actuar, antes de decirlas? Otra vez, ¿cuántos momentos desagradables podríamos ahorrarnos de un lado y del otro si pensáramos antes de actuar?

Tengo el derecho de exigir cumplir, lo necesito tanto o más que cuando tú lo necesitaste en su momento. Soy víctima por tu incumplimiento. Pero ¿qué necesidad de volverme victimario?

¿Qué necesidad de utilizar como arma algo que salió de mí mismo? ¿Cómo se convierte el extender la mano a un amigo/conocido en un bate para darle en la cabeza cada vez que perdemos los estribos?

¿Se hizo lo necesario realmente para corresponder o devolver lo que se recibió? Como sea, llegamos a un punto las dos partes en que ya no sólo mueve el agradecimiento o el compromiso, hay que hacerlo de cualquier manera, a como dé lugar.

No queda de otra, me compraré un arma. Te la compro. La misma que usaste, la compro. Esa misma en que sin darnos cuenta se convirtió una necesidad. Ahora es mía, ya no puede ser usada en mi contra. ¿Hacer uso de ella? ¿Y cómo? Por su naturaleza al ser mía no tiene el uso que sin quererlo se le dio. Se puede quedar con rencor por lo que pasó. Que fácilmente puede pasarse del agradecimiento al rencor. No, pensemos fríamente, las cosas no se hicieron solas ni las hizo nada más una de las partes, pero alguien tenía que romper con lo que había convertido, lo que comenzó como la mejor de las intenciones.

miércoles, 6 de agosto de 2014

El que da y quita

Lo admito, muchas veces no entiendo las indirectas que me lanzan, es un defecto que tengo, me dicen algo disfrazado y no lo entiendo a la primera, me mandan a volar, esa es la intención y yo en lugar de irme, me quedo, hago lo posible por seguir, pero no en una actitud de “De verdad no quieres que me vaya, no te castigues, sigamos”, no, más bien tratando de arreglar las cosas que pudieran ir mal. La última (¿última?) vez que me pasó algo parecido fue hace unos años, todo parecía ir muy bien, todo muy padre y de repente o era algo muy pequeño hecho grande o si era grande no se soltaba o se apostaba por el cansancio o hartazgo. Y no, parecía que era corredor de resistencia y no me cansaba, y si eran cosas grandes o chicas hechas grandes, les buscaba solución. Todo eso no fueron conclusiones mías solamente, fueron confesiones de esas que se hacen cuando las cosas ya pasaron.

No hice sólo las cosas, obvio, en eso hubo alguien que aguantó y alguien que aceptó lo que hice, fuera mucho o poco, alguien que en el fondo quería continuar pero tenía sus razones, válidas para esa persona, para hacer lo que hacía y que en algún momento dio su brazo a torcer (el que persevera alcanza), a lo mejor los dos pensamos “Va, vale la pena correr el riesgo”.

Ahora que veo las cosas en perspectiva me pongo a pensar, durante el tiempo que pasamos juntos no faltó la pregunta, ¿por qué sigues aquí?, ¿estás seguro?, ¿cuánto tiempo más?, ¿por qué no te fuiste? Ahora las veo como si fueran parte o una variación de esas indirectas, aquellas a las que no hacía caso, que dejaba pasar. Después me unía a la dinámica y hacía esas mismas preguntas y las respuestas de uno y otro eran muy similares, ¿casualidad? Puede ser.

¿Por qué no decir las cosas de manera directa? Puede ser que preferimos que el otro tome la decisión, como si quisiéramos hacerlo entender y que de el paso definitivo, hacerlo entender. Si esa era la intención, que duro de entender fui o mejor dicho, no pensaba dar ese paso, ¿Cómo para qué? Todo tenía alguna forma de manejarse, si por aquí no se puede busquemos por este otro lado.

Pasó el tiempo, pareciera que las cosas se repiten, otra vez viendo en perspectiva, ¿se quería convencer de algo al otro?, ¿desgastarlo?, ¿cansarlo?, ¿hacerlo entender lo que era correcto?, ¿lo correcto para quién? Al que da y quita, con el diablo se desquita. ¿Salieron las cosas como se esperaba por fin? Ojalá alguno haya obtenido lo que esperaba, por lo que luchó tanto, porque se irá conforme porque lo buscó. Yo no.

sábado, 2 de agosto de 2014

Diez años

Era un lunes en la mañana, mi plan era salir lo más temprano posible para aprovechar el tiempo y llegar a buena hora. Una decisión de presentarme en la oficina antes me obligó a hacer una escala antes a recoger no sé qué cosa. Por fin hasta las 10 de regreso a casa de mis padres para recoger mis maletas. No era cualquier cosa, no es fácil meter todo en un coche. Tomé la carretera casi a mediodía. Luego de diez horas por fin llegué a lo que sería mi lugar de residencia por tiempo indefinido. En el momento en que me dijeron esa frase no tenía idea exactamente lo que significaba, como muchas otras cosas las entendemos ya sobre la marcha.

Atrás quedaban los amigos, los familiares, la comida (para alguien como yo simplemente eso ya es mucho decir), la tierra donde nací y me dirigía hacia el sur, a un lugar que desde que recuerdo lo más que había pasado ahí era una semana. No sabía que me esperaba, aún ahora hay momentos en que no sé qué me espera el día siguiente.

De una ciudad de más de 4 millones de personas, llegué a una de 150 mil personas o menos. Lo primero que me decían y me siguen diciendo hasta el día de hoy cuando saben que vengo de Monterrey es “y que estás haciendo ahí”, “salte de ese pueblo”. Por el tamaño podría decirse que no es tanto un pueblo, pero viendo las cosas detenidamente, sí, la gente tiene ese aire pueblerino, como si se resistieran a dejar de serlo.

Al llegar y salir y sentir las miradas sobre mí, y no era mi imaginación, notaba que les parecía desconocido, el nuevo del pueblo, hasta que con el paso del tiempo les fui pareciendo familiar y nos acostumbramos a vernos a diario.

Y aquí estoy diez años después, un norteño que por diferentes razones se vino a vivir al centro de México, que cada vez que me preguntan cuánto tiempo tengo viviendo en Silao y les contesto (desde que llevaba apenas 4 años, ahora con mayor razón), me dicen “uh, pues ya eres de Silao”, contesto “no, soy de Monterrey”. Pero eso no significa que no me guste este lugar, nada de eso, todo lo contrario, estoy muy agradecido con Guanajuato, pero sobre todo con Silao por haberme recibido, con la gente de aquí que con todo y sus modos de pueblo en general son excelentes personas.

¿Extrañar? Sí, todo lo que viví, donde crecí, las imágenes de mi infancia tienen que ver con Monterrey, pero todo lo que he vivido en Silao, en este pueblo no lo cambio por nada. No me arrepiento por la decisión que tomé hace diez años de venir a vivir a Guanajuato, tanto es así que una parte, pequeña sí, es mía ya.

¿Dónde estaré el día de mañana o dónde me llevará la vida? No lo sé. Pero sea donde sea, si no es aquí, siempre llevaré a Silao en el corazón y así como cuándo hasta ahora contesto, “no, yo soy de Monterrey”, si no estuviera aquí, cuando me pregunten, ¿en serio estuviste ahí los últimos diez años? contestaré, “Sí he estado en Silao y así como Monterrey es mío, parte de Silao es mío también”.

Peseros

Como cosa hecha a propósito hoy pasan la película “Los Peseros”, que no será una obra de arte ni tampoco ganó ni ganará algún premio, pero por haberla filmado en Monterrey y ver a mi ciudad un poco en la pantalla, la voy a ver, no sea que se me vaya el acento.

jueves, 24 de julio de 2014

Sí pero no

Existen muchas frases hechas que de tanto decirlas no las tomamos ya tan en serio o no les damos su verdadero valor, como si las fuéramos devaluado de tanto usarlas, como si fueran perdiendo el impacto que tenían originalmente. Otras en cambio suenan muy bonito, muy profundas, pero las usamos solamente como eso, como frases que son más fáciles de decir que de aplicar, claro está, aplicarlas nosotros mismos.

Es muy fácil decir lo importante que es aceptar que se cometió un error, admitir que nos equivocamos y lo más importante, hacérselo saber al afectado. Más de uno podríamos casi dar cátedra sobre esto. Pero, cualquiera podemos cometer un error sin darnos cuenta, si es así lo menos que podríamos pedir es saber cuál fue el error que molestó a esa o esas personas.

Algo diferente es cuando se hace algo, se insulta o se ofende a alguien, ¿quién tiene derecho a hacer algo así?

¿Razones? Puede haberlas que expliquen una reacción como esa, más no que las justifiquen, ¿quién podría justificar algo así? Ninguna mala acción justifica otra mala acción, eso está claro, pero si al menos se supieran dichas razones. Lo que a veces parece que no está muy claro es la posición que se toma, como si se defendiera lo hecho. Cuánto cuesta a algunos en la práctica aceptar un error.

Siendo justos, si no se dice nada no necesariamente es que se crea que está bien tomarse el tiempo para insultar a otra persona, no, probablemente interiormente la persona sabe que algo hizo mal. Pero aquí entra otro comportamiento distinto, se sabe que ya se cometió un error, tal vez puede haber en el fondo arrepentimiento, pero algo hay que pareciera que lucha contra lo anterior, como si la razón luchara contra el orgullo; como si muy en el fondo se viera el aceptar un error como una señal de debilidad y mostrar debilidad es mostrar que se es vulnerable y no pudiera permitirse mostrar debilidad al otro.
Cuando se pasa por algo como eso, no es raro plantarse en la actitud de me-muero-con-la-mia-y-no-voy-a-ceder.

Otra forma de reaccionar a la lucha interior que pudiera existir, puede ser; si, estoy mal, se dijo o hizo algo que ofendió o lastimó o insultó a otra persona, pero, muy bien, ya, siento mucho que te sientas mal.

¿Pudiera ser una disculpa? A medias. Eso es como un sí, pero no, porque el ofendido es la otra persona, quien sabe, a lo mejor es muy susceptible o aguanta muy poco, -siento mucho que estés así como estás-. Si, se siente mucho, pero como se siente la persona, pareciera que muy en el fondo se estuviera convencido que no se hizo algo mal, que la otra persona lo tomó mal, no fue la intención o se aplicara aquello de “soy responsable de lo que digo, más no de como toman lo que digo”, pero hay algunas cosas que por más que se le busque el lado bueno no se le encuentra. ¿Cuál es el lado bueno cuando se dice una grosería por ejemplo?

Difícil la lucha interior que tal vez se esté librando internamente, en caso de ser así, lo bueno habría que ver que gana, porque por un lado pudiera ser la parte de razón que puede ser que acepte que algo no está muy bien, porque no gustaría recibir lo que ya se dio. Y por otro lado orgullo, principios o ideas que muy probablemente tengan raíces muy profundas.

domingo, 20 de julio de 2014

Labor de convencimiento

Siempre lo primero que deberíamos estar es seguros de lo que hacemos o decimos, es lo menos que podríamos pedir para nosotros mismos y por nuestro propio bien, no se puede andar por ahí siempre indecisos.

Claro está, los planes que se vayan haciendo, se van mejorando con el paso del tiempo, otros se termina por dejarlo atrás porque cambiamos de manera de ver las cosas, de gustos o la situación actual es totalmente diferente a como era antes.

Me llama la atención cómo algunas personas hacen planes, por años tienen un objetivo y misteriosamente casi de un día para otro cambian a algo totalmente contrario a lo que antes querían. Por supuesto que todos podemos cambiar de manera de pensar, pero lo que en verdad me llama la atención es cuando percibo que ese cambio no es porque las cosas hayan cambiado, sino precisamente por eso mismo, porque hay cosas que no cambian. Como si por ser borracho se decidiera no formar una familia, -¿cómo hacerlo si tiene ese problema de bebida, la vida sería un infierno?- Saben el problema, lo aceptan, conocen cual es el camino para comenzar a solucionarlo, es más, en repetidas ocasiones han hecho intentos por cambiar pero recaen y en lugar de hacer el esfuerzo, renuncia esa persona a lo que tanto tiempo planeó y deseó.

No creo que ese cambio lo hagan en realidad de un momento a otro, siento como si fuera una labor de convencimiento interno, como si la misma persona comenzara a decirse a sí misma que su problema de alcoholismo es más fuerte que él, que no es justo hacer sufrir a otros inocentes, que no le gusta ser como es, que no está así por gusto, pero no puede dejarlo. Pero, ¿habrá hecho todo lo que podía? ¿de verdad es el temor de llegar a hacer infelices a otros o es su amor/gusto al trago lo que lo hace cambiar los planes? Pero no necesariamente se convence a sí mismo con el tema del alcoholismo, como si inconscientemente buscara otras razones para cambiar, la edad, un mal trabajo, la incapacidad de vivir con alguien más, etc.

Una vez convencidos a sí mismos, pueden ser los primeros que tocan el tema o tal vez hasta provocarlo para de esa forma, presentar sus argumentos a los demás, –Soy mayor ya, ¿qué voy a ser, papá o abuelo?-, y no faltará quien lo apoye y aplauda lo consciente que es, pero si se pudiera ver de dónde viene todo ese “convencimiento”, como se puede ver en una biblioteca un documento, se vería que lo que en realidad tiene es, algo muy diferente, podrá ser falta de decisión, debilidad, apatía, lo que sea, pero no necesariamente es que piense en el bien de los demás. Y así como eso muchos ejemplos más podría haber.

Siendo tan poderosa la mente, pudiendo convencernos de ese tipo de cosas, ¿por qué no intentar de otra manera? Pareciera que puede más el gusto por algo que el intento de cambiar algo que puede ser para bien en lo personal, ya sea para el futuro, en la salud, en lo económico, etc. Como normalmente pasa, lo más sencillo es no hacer nada, quedarse en donde estamos, en el caso del alcohólico, seguir igual, porque cambiar significa moverse a algo en lo que muy probablemente no se estará cómodo.

martes, 15 de julio de 2014

Communication breakdown


A veces siento que estoy en una posición un tanto curiosa, estudié electrónica, si ya la ingeniería está estrechamente relacionada con los cambios tecnológicos, la electrónica ni se diga, todo lo que se inventa, se mejora, se hace más pequeño, se le agrega esto o aquello, se instala una supuesta pantalla de mejor resolución, le ponen cámara de fotografía, mejor que ahora sea de video y un largo etcétera. Cuando se compra algo, lo que sea, una tablet, celular, cámara, computadora (cualquiera mac o pc, es lo mismo), televisión, lo que sea, al salir de la tienda ya casi está pasado de moda, cuando no obsoleto y si se saca a plazo, al terminarlo de pagar no sería raro que ya nos “perdimos” una, dos o más versiones más recientes, claro, dependiendo del plazo en que se terminó de pagar y al hacerlo ya queremos el nuevo equipo.

Muchos de esos equipos nos permiten estar comunicados con personas que no podemos hacerlo  físicamente. Recuerdo como mi mamá me contaba alguna vez como sí existían los anuncios personales en las revistas y cómo muchas personas se escribían y mantenían comunicación durante meses o años; eran esos anuncios una especie de antecesores de las redes sociales actuales. Pero ¿cuánto tiempo se toma una persona en pensar, escribir, enviar una carta? ¿cuántos días se tarda en llegar a su destino? Nos hemos acostumbrado a lo, prácticamente, inmediato. Si bien las computadoras cada vez más rápidas ahorran a la larga mucho tiempo en el trabajo de enviar una nave al espacio a la hora de hacer los cálculos; nos han también mal acostumbrado, porque estamos desesperados en recibir una respuesta a un mensaje, aceptación a la solicitud de amistad o que nos contesten un “dm”.

Seguramente en un principio, hace apenas unos años, el concepto de la oficina en casa, era interesante, claro, se podían revisar los mensajes si eran urgentes, al llegar a casa en la computadora de la familia. Luego nos resultó que prácticamente la oficina la podemos llevar en la bolsa del pantalón, porque ya los celulares no solamente tienen cámara de video, que hace unos siete años eran toda una novedad, no, ahora tienen acceso a internet y podemos, al mismo tiempo recibir mensajes en nuestra computadora y en el mismo celular y así en cualquier hora responder los mensajes urgentes y los no tanto. Lo malo, también nos llevamos el estrés camino a casa, al bar, a la casa, con la novia, los hijos, la movida, ¡a donde sea! Y junto con el trabajo también ya no hace falta esperar a llegar y sentarse frente a la computadora en nuestro cuarto; todas, literalmente, todas las redes sociales en que nos inscribamos las llevamos en “la palma de la mano”, como dice un comercial.

Esto último es algo de lo que más odio; en muchos aspectos parece que estamos viviendo como en un capítulo de mi serie favorita Viaje a las estrellas o Star trek, con pequeños aparatos por los que hablamos; pero lo que nunca salió en la serie es que no se le presta atención a la gente. ¿Contradicción? En cierta forma sí, porque si vivo en otra ciudad, puedo estar en contacto con mis padres, novia, esposa, hijos, amigos; pero puede darse el otro lado, vivo en la misma ciudad y estar físicamente con mi novia o mis padres y no poner atención a lo que dicen porque estoy contestando mensajes que alguien más me envía por Facebook, Twitter, email o lo que vaya apareciendo. Ponemos atención al que está a 5, 10 o 30 Km y no escuchamos al que está al otro lado de la mesa.

Si sabemos que en persona no podemos estar poniendo atención realmente a dos, tres o más personas, ¿qué nos hace pensar que si pondremos la atención debida a dos, tres o más personas que escriben? Inevitablemente a alguno desatendemos y no es raro que ese sea el que está más cerca. Como si el índice de atención a la persona, fuera inversamente proporcional a la distancia que está de nosotros. Sería interesante tratar de sacar una fórmula matemática para esto.

Así como parece que se perdiera el interés por tomar un lápiz (sí, todavía existen), pareciera que se fuera perdiendo el interés por tener una conversación frente a frente, como si se fuera incapaz de comprender más de 140 caracteres.

No se que es más triste, esto último o, que en lo personal sin ser un especialista en evolución humana, vea que es muy probable que en un futuro no muy lejano, desaparezcan en los humanos por tanto estar sentados frente a una pantalla, las partes redondeadas, carnosas, de la baja espalda, vaya, las nalgas. Ojalá no.

Esperemos a donde nos lleva esto, mientras bien podríamos usar las escaleras fijas en lugar de las eléctricas o dejar a un lado el celular y platicar con el que está enfrente.


La última

Me veo con mi ex y noto que apenas vio su celular, será que había mucho que decirnos, será que hacía mucho que no nos veíamos o que sabía que ya no habría otra más, pero toda la atención la tuvimos en el otro y nada más.